La de Zaragoza es la más importante (cuantitativamente hablando)
administración municipal que aún sigue en manos del Partido Socialista
con el respaldo, además, de Izquierda Unida y CHA. Así que debería ser
objeto de una gestión particularmente ejemplar, un escaparate que
exhibiese lo mejor de las políticas progresistas, un muestrario de las
alternativas que el centro-izquierda tiene a la hora de combatir la
crisis y sus efectos. ¿Es realmente así? Pues parece que no. A trancas y
barrancas, el equipo que gobierna el Ayuntamiento de la capital
aragonesa va salvando el día a día lastrado por una deuda muy
considerable (que en buena medida es responsabilidad suya), alternando
las meteduras de pata (Belloch, Gimeno, Blasco se lían solos) con eventuales rectificaciones y dejándose llevar por la inercia.
La mejor muestra de que algo falla en la Casa Consistorial está en que
la oposición, el PP, empieza a usar argumentos comprensibles. Hay días
que incluso Eloy Suárez, el inefable portavoz conservador, hace
diana. La derecha zaragozana, obsesionada hasta hace poco con el
tranvía, ha encontrado con facilidad nuevos temas en los que se permite
el lujo de razonar comiéndoles el terreno a sus adversarios. Asuntos
como el intento de privatizar parte del ciclo del agua o la
reorganización de la estructura administrativa del Ayuntamiento han
puesto en evidencia a Belloch y a sus consejeros.
A quienes
gobiernan hoy Zaragoza la crisis les estalló en la cara. De la noche a
la mañana, sus proyectos (nuevas expos y eventos) se fueron al garete
por la simple razón de que carecían de consistencia y resultaban
demasiado caros. El alarde del 2008 perdió su gracia mientras se ponía
de manifiesto su exagerado coste, la mediocridad de sus resultados y la
inexistencia de un plan para el día después. A partir de ahí, los
logros de la era Belloch (que no han sido pocos) quedaban neutralizados
por los dañinos efectos del despilfarro, la ineficiencia y un
desarrollo de la ciudad artificioso y desatinado, realizado según el
habitual modelo pelotazo.
Ahora sólo queda apretarse el
cinturón, buscar liquidez desesperadamente y seguir adelante con el
tranvía, que es lo único interesante que se hace actualmente. Eso es
todo.
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