Esta crisis se llena de falacias y sofismas. Por ejemplo, ¿cómo
calificaríamos esa tramposa retórica destinada a identificar a los más
altos directivos de las entidades financieras con las personas decentes
que les han confiado sus ahorros? Tú reclamas que se deje caer a los
bancos y cajas inviables o exiges (al igual que los juristas de la UE)
una Ley Hipotecaría medio normal, y te replican que cuidadín con estos
temas, pues en ellos anda revuelto el patrimonio de millones de
españoles, alemanes, franceses u holandeses. ¿O acaso no es nuestro
dinero (imposiciones, plazos fijos, fondos de pensiones, etcétera) el
que está comprometido en esos créditos que ahora fallan?
Pero el
problema radica en que el cliente de un banco o caja no tiene nada que
ver con quienes luego, de forma opaca e incontrolada, manejan el dinero
ajeno. Entidades españolas, con fondos propios (los que les habían
confiado sus clientes) y con otros más captados en el interbancario
europeo, inflaron a lo bestia la burbuja inmobiliaria en nuestro país:
más de seiscientos mil millones, buena parte de los cuales han acabado
en cajas de seguridad y paraísos fiscales. En semejante trama no cabe
identificación alguna entre el ahorrador y el banquero. El primero
quería invertir su pastita de forma razonable y segura. El segundo era
un monstruo, mitad estafador mitad ludópata, dispuesto a jugar fuerte y
llevárselas crudas. ¿Cómo podía controlar aquél a éste?
El
ahorrador normal y corriente es ajeno a esas nebulosas que denominamos
mercados o inversores. Ha sido reducido a la condición de tonto útil,
obligado a confiar en la regulación y en los mecanismos de control
(Ministerio de Hacienda, Banco de España, Comisión Nacional del Mercado
de Valores, Brigadas de Investigación de Delitos Monetarios). Pero la
regulación es una entelequia legal y los controladores no controlan
nada. Con demasiada frecuencia estamos en manos de sinvergüenzas
adornados por el don de la impunidad. Tendríamos, eso sí, que mejorar
nuestra cultura financiera, nuestra conciencia política... y nuestra
capacidad para hacer frente a quienes nos están robando.
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