martes, 20 de noviembre de 2012

Lo que va del ahorrador al banquero 20121120

Esta crisis se llena de falacias y sofismas. Por ejemplo, ¿cómo calificaríamos esa tramposa retórica destinada a identificar a los más altos directivos de las entidades financieras con las personas decentes que les han confiado sus ahorros? Tú reclamas que se deje caer a los bancos y cajas inviables o exiges (al igual que los juristas de la UE) una Ley Hipotecaría medio normal, y te replican que cuidadín con estos temas, pues en ellos anda revuelto el patrimonio de millones de españoles, alemanes, franceses u holandeses. ¿O acaso no es nuestro dinero (imposiciones, plazos fijos, fondos de pensiones, etcétera) el que está comprometido en esos créditos que ahora fallan?

Pero el problema radica en que el cliente de un banco o caja no tiene nada que ver con quienes luego, de forma opaca e incontrolada, manejan el dinero ajeno. Entidades españolas, con fondos propios (los que les habían confiado sus clientes) y con otros más captados en el interbancario europeo, inflaron a lo bestia la burbuja inmobiliaria en nuestro país: más de seiscientos mil millones, buena parte de los cuales han acabado en cajas de seguridad y paraísos fiscales. En semejante trama no cabe identificación alguna entre el ahorrador y el banquero. El primero quería invertir su pastita de forma razonable y segura. El segundo era un monstruo, mitad estafador mitad ludópata, dispuesto a jugar fuerte y llevárselas crudas. ¿Cómo podía controlar aquél a éste?

El ahorrador normal y corriente es ajeno a esas nebulosas que denominamos mercados o inversores. Ha sido reducido a la condición de tonto útil, obligado a confiar en la regulación y en los mecanismos de control (Ministerio de Hacienda, Banco de España, Comisión Nacional del Mercado de Valores, Brigadas de Investigación de Delitos Monetarios). Pero la regulación es una entelequia legal y los controladores no controlan nada. Con demasiada frecuencia estamos en manos de sinvergüenzas adornados por el don de la impunidad. Tendríamos, eso sí, que mejorar nuestra cultura financiera, nuestra conciencia política... y nuestra capacidad para hacer frente a quienes nos están robando. 

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