domingo, 1 de septiembre de 2013

Aragón, la Tierra Noble... rutinaria y perezosa 20130901

En la pasada legislatura, la última en que Marcelino Iglesias presidió el Gobierno de Aragón, la Aljafería fue hasta el último momento una balsa de aceite (con tormentas de mentirijillas). Los diputados del PP, principal partido de oposición, sesteaban plácidamente en sus escaños, almorzaban de gorra en su restaurante y cuando llegaba el debate sobre el estado de la Comunidad aplaudían disciplinadamente a su portavoz (que salía al estrado con cuatro datos mal hilvanados y el argumentario nacional del partido en una chuleta). Y hoy... pasa lo mismo. El PSOE ha sido empujado a la acera de enfrente y son sus diputados quienes se amodorran en el hemiciclo de La Aljafería. Con la particularidad de que la derecha ha trasladado al Ejecutivo la invencible pereza que le caracterizó anteriormente (el PAR está a lo que está siempre: pillar lo suyo en el sagrado nombre de Aragón). Hay excepciones, desde luego. Algún portavoz y algún consejero se curra la página. La mayoría dejan pasar los días sin que se sepa muy bien cuál es su papel. Votan lo que les mandan, hablan de ciento a viento (o nunca), bostezan y se aburren, pobrecicos míos.

Esto no sólo pasa en el ámbito autonómico. En el Ayuntamiento de Zaragoza ocurre lo mismo, con la particularidad de que la galvana se ha contagiado a IU y CHA, sumidos en la rutina e incapaces, por ejemplo, de anticiparse y jugar algún papel en asuntos tan relevantes y extraños como el actual conflicto de los buses urbanos. 

¿Son vagos? Sí y no. En realidad, buena parte de quienes nos representan en las grandes instituciones están ahí no por sus virtudes sino porque formaban parte de alguna cuota, familia o grupo territorial de su partido. Hace tiempo que cualquier amago meritocrático quedó superado por el cinismo conspirativo (ridículo a veces) que rige la vida interna de las organizaciones políticas. Pero es que, además, el discurrir de los plenos (municipales, provinciales o parlamentarios) y de la actividad cotidiana tiende a la la desidia y el abandono. Se hace lo que hacían los otros. Está todo inventado. Saber como hemos sabido que el actual Gobierno aragonés ha igualado prácticamente el número de puestos administrativos de libre designación acumulados por el anterior resulta de lo más elocuente. La persistencia de los lugares comunes que configuran los argumentarios institucionales, también. Nadie quiere tomar iniciativas, inventar nuevas propuestas ni trabajar para iluminar el futuro de la Tierra Noble con algo más que no sea el sota, caballo y rey que nos repiten desde hace decenios. Pero tampoco la sociedad exige que se cambie el repertorio. Entonces... ¿para qué habríamos de precisar diputados o concejales activos?

Somos perezosos y los jefes, los primeros. Como debe ser.

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