El ministro Montoro se
viene reuniendo con señalados periodistas, a quienes alecciona sobre la
necesidad de cerrar filas con el Gobierno, dejar las críticas para luego
y proclamar que salimos de la recesión. La luz al final del túnel, ya
saben. Y los foros y los analistas de orden (o sea, la mayoría) replican
obedientes el eco de ese llamamiento al optimismo. De repente, todo son
indicadores positivos. ¡Aleluya!
Pero si uno se asoma a la calle comprueba que la versión oficial no
cuadra. Las expectativas de crecimiento para el 2014 están trucadas. El
déficit aumenta sin cesar mientras la deuda privada (de bancos,
autopistas e inmobiliarias) pasa a ser pública. El precio de la luz se
dispara a mayor gloria del oligopolio eléctrico. El paro consterna. Los
sueldos bajan. Las pensiones... Aquí no hay lucecita que valga.
Al leer los diarios aragoneses, por ejemplo, no hay que ser un lince
para detectar la contradicción entre las engoladas declaraciones de la
presidenta Rudi y las noticias puras y duras de la
sección de Economía. Esta comunidad arrastra un retroceso del 10% en la
inversión industrial y se está comiendo ERE y cierres terroríficos:
Tecnyconta, Mondelez, Kimberly Clark, Pikolín, Servimplem-Baryval, AUZ,
Johnson Controls, Tata-Hispano... Solo en estas empresas (que no son las
únicas) los empleos destruidos en muy poco tiempo suman 1.200. A ver
cómo apaña este desastre el famoso Plan Impulso.
Pero lo peor de todo es ese clima de pordioserismo que se ha
instalado entre nosotros. Se resume en el espot difundido por una oenegé
que recauda dinero para dar becas en comedores escolares. Una niña pide
la cena a su madre, y esta, antes de llorar, le explica que de comer
hay un bocadillo mágico. «Es de pan con pan y lo de dentro... nos lo
imaginamos». Jamás creí que vería algo semejante en las televisiones de
mi país. Claro que no todo es pobreza y desolación. A Botín le va bien. Tanto que le ha puesto un sueldo de 250.000 euros a su amigo Rato
(que ya cobraba 150.000 del ala en Telefónica). Premio por darle el
tiro de gracia a Bankia. Eso sí que es mejorar, ¿no? Una mejoría mágica.
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