Si ustedes tratan con las administraciones públicas y carecen de
alguna influencia especial sobre sus responsables, comprobarán una cosa:
la maquinaria burocrática puede ser implacable a la hora de pasar el
peine fino a los expedientes (contratos, convenios, soportes
documentales, justificación de gastos, inspección...). Como caigas bajo
el microscopio, no es ya que no puedas colar nada raro, es que te
vuelven loco. Que se lo pregunten a las familias que pidieron beca de
comedor escolar y se vieron envueltas en una impenetrable maraña de
requisitos, o a los solicitantes del Ingreso Aragonés de Inserción (IAI)
cuyos papeles perdían sistemáticamente validez por las demoras y
retrasos del Instituto de Servicios Sociales (IASS). Sin embargo, ¡ah!,
en las obras de Plaza, el mamoneo fue monumental. Al parecer, durante
años se incumplieron contratos, se sobredimensionaron los costes... y
nadie se percató de nada. Los controles fallaron por la simple razón de
que no se quiso aplicarlos con rigor. Así de simple.
Estoy
convencido de que en España existen ya suficientes mecanismos para
evitar irregularidades graves en la gestión de la cosa pública. Pero
sólo se usan cuando conviene y cuando no, pues no. Aquí lo que hace
falta es transparencia de verdad; es decir, abrir a la sociedad civil y a
los medios informativos el acceso a los expedientes (cuentas y facturas
incluidas) que van y vienen por las instituciones. En estos tiempos tan
informáticos, ello no debería constituir mayor problemas. También sería
decisivo crear una atmósfera de honestidad en la que la corrupción
tuviera difícil encaje.
España tiene un pésimo nivel de
transparencia (comparada con otros muchos países), que las cuarenta
medidas del Gobierno no van a mejorar. Por otra parte, ¿qué credibilidad
tiene un debate sobre medidas contra la corrupción en el que los
principales interlocutores (PP, PSOE, CiU) están rebozaditos en caca de
la vaca? Unos partidos incapaces de autodepurarse, un Gobierno cuyo
presidente miente a ojos vista y un Sistema incapaz de jugar limpio
definen un país opaco. Y lo seguirá siendo.
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