lunes, 23 de septiembre de 2013

Transparencia en un país opaco 20130923

Si ustedes tratan con las administraciones públicas y carecen de alguna influencia especial sobre sus responsables, comprobarán una cosa: la maquinaria burocrática puede ser implacable a la hora de pasar el peine fino a los expedientes (contratos, convenios, soportes documentales, justificación de gastos, inspección...). Como caigas bajo el microscopio, no es ya que no puedas colar nada raro, es que te vuelven loco. Que se lo pregunten a las familias que pidieron beca de comedor escolar y se vieron envueltas en una impenetrable maraña de requisitos, o a los solicitantes del Ingreso Aragonés de Inserción (IAI) cuyos papeles perdían sistemáticamente validez por las demoras y retrasos del Instituto de Servicios Sociales (IASS). Sin embargo, ¡ah!, en las obras de Plaza, el mamoneo fue monumental. Al parecer, durante años se incumplieron contratos, se sobredimensionaron los costes... y nadie se percató de nada. Los controles fallaron por la simple razón de que no se quiso aplicarlos con rigor. Así de simple.

Estoy convencido de que en España existen ya suficientes mecanismos para evitar irregularidades graves en la gestión de la cosa pública. Pero sólo se usan cuando conviene y cuando no, pues no. Aquí lo que hace falta es transparencia de verdad; es decir, abrir a la sociedad civil y a los medios informativos el acceso a los expedientes (cuentas y facturas incluidas) que van y vienen por las instituciones. En estos tiempos tan informáticos, ello no debería constituir mayor problemas. También sería decisivo crear una atmósfera de honestidad en la que la corrupción tuviera difícil encaje.

España tiene un pésimo nivel de transparencia (comparada con otros muchos países), que las cuarenta medidas del Gobierno no van a mejorar. Por otra parte, ¿qué credibilidad tiene un debate sobre medidas contra la corrupción en el que los principales interlocutores (PP, PSOE, CiU) están rebozaditos en caca de la vaca? Unos partidos incapaces de autodepurarse, un Gobierno cuyo presidente miente a ojos vista y un Sistema incapaz de jugar limpio definen un país opaco. Y lo seguirá siendo. 

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