jueves, 12 de septiembre de 2013

Romareda, otro caso del 'síndrome Aragón' 20130912

Como en el Ayuntamiento de Zaragoza bastante tienen con lo que tienen, la ocurrencia de destinar quince millones a remendar La Romareda (machada postveraniega de Roberto Fernández) ha sido aparcada rápidamente en la cuneta. Sin embargo, es cierto que el campo de fútbol de la Muy Heroica ciudad está hecho una caca, y un día de éstos incluso se dirá que es inseguro o se le declarará inadecuado. Claro que para entonces a lo peor ya no necesitamos estadio porque no queda equipo que lo use, o éste ha decaído de tal forma que le vale con cualquier superficie reglamentaria. Bien mirado, incluso ahora mismo quedarían mejor y más recogidos los partidos del Real Zaragoza en una instalación familiar y compacta donde los ocho mil espectadores pudieran darse calor y consolarse mutuamente sin verse desparramados por un hostil graderío semidesierto.

La demencial historia del campo de fútbol (nuevo, cinco estrellas, reconstruido o superferolítico) es sin duda un nuevo y extraordinario caso de ese síndrome aragonés que consiste en coger un asunto, convertirlo en un problema, cronificarlo como tal y marearlo por los siglos de los siglos de manera que se quede ahí, colgado, pendiente de una solución que jamás llegará. A La Romareda le ha pasado eso tras ser utilizada como posible factor de sucesivos pelotazos inmobiliarios y después de que el único plan honesto y factible desde un punto de vista financiero (su rehabilitación in situ) fuese alegremente dinamitado.

Por otro lado, mientras el ayuntamiento de la Inmortal, encargaba proyectos, firmaba convenios y se gastaba la pasta sin mover un ladrillo, el Real Zaragoza se descoyuntaba empresarial y deportivamente. Con lo cual eso de ponerle campo de lujo a costa del contribuyente parecía un chiste malo.

Hasta aquí hemos llegado. Por supuesto, en la actualidad está fuera de toda lógica eso de gastarse millones en la bendita y arruinada Romareda. Doy mi enhorabuena a quienes llevaron el tema a un callejón sin salida. Comparado con ellos, el concejal Fernández es un santo y un lumbreras. Para que conste. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario