Esta tampoco será una buena temporada invernal en el Pirineo. El
cambio climático hace de las suyas. En tales condiciones, el esquí sigue
siendo (todavía) un componente sustancial en el PIB pirenaico, pero no
cuenta como alternativa estratégica. A medio y largo plazo, las
estaciones en las que se han enterrado tantos millones de euros
procedentes del erario y los recursos de Ibercaja carecen de sentido.
Sirvieron como coartada para unos desarrollos urbanísticos que han
llenado la montaña de segundas residencias infrautilizadas, que ahora
compiten con la hostelería local. Pero el dinero de los pelotazos voló a
lugares lejanos. Sostenemos Aramón, sí, pero mientras hemos visto
languidecer una ganadería y una industria de transformación aneja cuyas
posibilidades eran más que extraordinarias. El Pirineo podía y debía ser
una marca atractiva, una denominación de origen asociada a la calidad.
Pero la nieve se lo llevó todo. Y ahora la nieve se funde sin remedio.
¿Qué haremos con el Alto Aragón?
No se sabe. El Gobierno Autónomo ha perdido décadas sin hacer nada,
sin imaginar modelos sociales y económicos para un futuro que ya está
aquí. Y ahí sigue. El problema se plantea en el Pirineo. Pero también en
Teruel, donde los planes de reindustrialización, los fondos especiales y
los proyectos grandilocuentes han llevado al Bajo Aragón importantes
cantidades de dinero. Sin embargo no existe ni un balance de lo
¿invertido? en los últimos veinte años, ni estudio alguno de los efectos
logrados. Pese a lo cual, el mecanismo funciona en automático, porque
es preciso mantener las viejas redes clientelares... y porque no se sabe
hacer otra cosa.
Ese Aragón cuyo ejecutivo preside Lambán, con la colaboración de Soro y el permiso de Echenique,
sigue perdido en el páramo de la rutina. Los presupuestos para este año
se ajustarán al esquema de siempre. Con retoques, con un ligero
incremento del gasto social, con un Ingreso de Inserción mejorado...
Pero dentro de los parámetros habituales. Por supuesto, los números que
figuran en las hojas de cálculo son hipotéticos. El agujero que dejó Rudi (versión ampliadísima del que heredó de Iglesias)
sigue creciendo. La DGA promete pero no paga. La Sanidad no sale del
bache. La asistencia a la discapacidad se está derrumbando, sometida a
una implacable asfixia económica.
Sería el momento de lanzarse en pos de nuevos objetivos, de trazar un
horizonte estratégico realista y audaz... de elaborar unos presupuestos
radicalmente distintos. Pero en el 2016 no podrá ser. Lambán (y su
consejero de Hacienda, Fernando Gimeno) carecen de la
voluntad precisa para dar ese giro radical. Y Echenique continúa sin
saber exactamente cuál es su misión. Todos se dejan llevar. ¿A dónde?
JLT 31/01/2016
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