La corrupción. Otra vez. Apenas unos días después de que las
investigaciones en la empresa pública Aguas del Mediterráneo forzaran la
dimisión del Número Tres de Presidencia (y doña Soraya, ¿qué opina al respecto?), una macrorredada
en Valencia se ha saldado, de momento, con decenas de investigados,
detenidos y registrados. Ha caído toda la organización municipal del PP,
encabezada por el expresidente de la DPV, Alfonso Rus,
el que contaba la pastizara, el que presumía de prometerles una playa a
los vecinos de Xátiva... y convencerles. En la Comunidad Valenciana, la
derecha está retratada de frente y de perfil en cientos de fichas. Un
vistazo a la extensión y el calado de las tramas indicaría a cualquier
observador objetivo que aquello fue una asociación de malhechores... ¿O
un partido político?
Les repito a ustedes que este país no puede funcionar así. La
corrupción ha minado al Estado: la practicada por las élites políticas y
empresariales en Cataluña, en Andalucía, en Madrid, en Levante, incluso
en la Tierra Noble. Mezclando en un suma y sigue el saqueo de los cajas
de ahorro, las contratas y concesiones trucadas, los sobreprecios, las
subvenciones fuleras, los créditos y ayudas, los agujeros de las
empresas públicas, el fraude fiscal y las demás ilegalidades habituales,
el total nos estremecería. Un tercio de la actual deuda pública
española es consecuencia directa de mamoneos y robos. Este Sistema está
quebrado sin remedio. Y no, amigos, ni esto se arregla reduciendo los
sueldos (legales) de los políticos y los coches oficiales a su
disposición, ni mucho menos cabe suponer que quienes han estado en el
epicentro de este seísmo, Rajoy y cía., vayan a pilotar
regeneración alguna. Lo siento por las gentes de orden (a diestra y
siniestra), pero hemos llegado a un punto sin retorno.
No sé, por cierto, si Podemos es la respuesta a esta crisis. Quizás
no. Pero la insostenibilidad de los mecanismos políticos tradicionales
resulta clamorosa. Esos mismos mecanismos que ayer, mientras la mafia valenciana pasaba por Jefatura, desterraron a los de Iglesias al gallinero del Congreso. Además de sinvergüenzas, bobos.
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