Muchas películas describen a la norteamericana como una sociedad
carcomida por la paranoia, un lugar donde poderes en la sombra tiran de
hilos invisibles moviendo a voluntad los acontecimientos. Allí, como va
sucediendo aquí, sectores importantes de la economía convencional se
funden o entrelazan con las actividades y métodos del crimen organizado,
y todos ellos operan con una impunidad garantizada por los mejores
abogados, las mejores influencias políticas y la mejor complicidad del
aparato del Estado (o de parte de él).
¿Les parece a ustedes normal que organizaciones mafiosas tan notorias como el clan Jodorovitch o la banda de Gao Ping
(dedicadas, respectivamente, al tráfico de drogas y al blanqueo de
dinero) hayan salido de rositas gracias a unos tecnicismos garantistas
contrarios a la más elemental lógica procesal? Bueno, normal no es, pero
raro... tampoco. No es, ni mucho menos, la primera vez que pasa. Sin
embargo, ese mismo garantismo que le costó el puesto al juez Garzón
casi nunca les sirve para nada a los desgraciados que llenan las
cárceles de este país. Claro que lo mismo pasa, a otro nivel, con
cualquier contribuyente con nombre y apellidos que se haya pasado un
milímetro de la raya, aunque sea por simple error. Le meten el puro sin
anestesia. Pero al gran defraudador societario le dan margen, amnistía
al 10%, tiempo suficiente para que prescriba el pecadillo... Por
supuesto. ¿Acaso no hemos visto a entidades financieras ejecutar por
todo el morro el timo de las preferentes o dislocar a su antojo la Ley
Hipotecaria?
La inseguridad se extiende. Aunque va por barrios.
Nunca sabremos a qué personajes les lavaba el dinero negro la mafia
china, como no conocemos el listado de defraudadores españoles que se
trajo el suizo Hervé Falciani, a quien, por cierto, sí hemos
metido en prisión para que no cunda su ejemplo. Y si ha habido una
amnistía fiscal y otra urbanística (decena de miles de viviendas
ilegales en la costa), el Gobierno también ha indultado a los mossos condenados por torturar a detenidos. Esto ya parece L.A., o el Bronx. Hermanos... que no nos pase nada.
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