Una de las cosas que más me sorprendió cuando estábamos en plena
polémica sobre Gran Scala (tranquilos, que no vuelvo a la carga con eso)
fue la desentendida reacción de los mandamases y de muchísimos
ciudadanos al saber que los promotores de la neociudad del juego y el
ocio tenían sus bases operativas en paraísos fiscales. Una revelación
que mis colegas y yo creíamos crucial fue asumida con un vago "Sí... ¿y
qué?". Después, claro, se nos motejó de cenizos, destructivos y
estúpidos por no entender que en este mundo postmoderno el dinero va y
viene por cualquier vericueto y no importa su origen cuando es posible
que vaya a derramarse cerca de tí. Más cinismo, imposible. De todas
formas, en el caso de Gran Scala ni siquiera había pasta de verdad, así
que además de cínicos quedamos como unos perfectos memos. Por no
razonar.
Antes de que la crisis desvelase sus verdaderas claves
(empobrecimiento de la sociedad y debilitamiento del Estado) eran muchos
los que daban por sentado que las cosas son como son, y, oye, más vale
beneficiarse de ello que intentar cambiarlo. A estas alturas, esos
muchos tendrían que haberse dado cuenta de que los paraísos fiscales,
las cuentas nominales o cifradas, las amnistías a los defraudadores, los
negocios off shore y todo el mamoneo global solo benefician a
una minoría de astutos sinvergüenzas; para los demás son pura ruina.
Indignarse porque un político, un banquero o un experto en pelotazos
tienen su pasta en Suiza o en Panamá es ridículo si previamente se da
por buena la naturaleza actual de los fenómenos financieros. La
tolerancia social ante el traslado al sistema de prácticas propias del
crimen organizado ha sido y está siendo letal para la gente del común.
Ver al presidente de Madrid presentar por enésima vez Eurovegas (ahora,
en Alcorcón) produce una particular repugnancia. Pero, claro, desde que
estalló la burbuja inmobiliaria esto no se mueve, no hay nada que
pillar, no se hacen negocios, los paraísos están perdiendo la lozanía...
Veamos qué dan de sí los hoteles casino. Además, el personal se
ilusiona mucho con estas movidas. Y razonar es agotador.
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