jueves, 21 de febrero de 2013

Rajoy se pone a España por montera 20130221

Por si había alguna duda, ayer quedó claro que Mariano Rajoy está decidido a ponerse España por montera. Ya se sabe, los toros serán bien de interés cultural y lidiar a todo un país se convertirá (por simple regla de tres) en una magna obra de arte. Por eso el presidente describió el estado de la Nación con un alarde de contradicciones, delirios y pitorreos (lo de que él ha orientado la política económica de la Unión Europea fue la risión). No eran lapsos dialécticos, sino una exhibición de impudicia y de poderío. El líder del PP ha oficializado su deber de incumplir lo que promete, así que puede volver a prometer lo que ya incumplió. Y si lo incumple de nuevo, tampoco pasará nada.

Algunas personas pensaron que en este debate Rajoy asumía un compromiso letal, que al apostarlo todo a una reactivación imposible se estaba cerrando cualquier salida posterior... ¡Qué va! El presi afrontará lo que nos depare el porvenir desdiciéndose de lo dicho, negando lo evidente y dándole la vuelta al argumentario cuantas veces sea preciso. De hecho, ha incurrido ya en tantas contradicciones que decir una cosa y su contraria le debe parecer un juego de niños. Incluso para nuestros parámetros, la facundia de don Mariano resulta superlativa. Un tipo capaz de ver efectos positivos (para el empleo) en la puesta en práctica de la reforma laboral ha de tener una autoestima y un desparpajo fuera de lo común.

Todo lo cual explica que Rajoy no mencionara siquiera las dos huelgas generales habidas durante su mandato, ni las diarias protestas y manifestaciones, ni los suicidios de los desahuciados, ni el lastre que el rescate financiero ha echado sobre la deuda pública... Por no hablar de los efectos de la corrupción sistémica, que pretende combatir con medidas aparentes y un ejercicio de transparencia trucada.

Eso sí, con sus desahogos, el presidente del Gobierno hizo fácil el trabajo de Rubalcaba, permitió que la izquierda saliese airosa pese a sus limitaciones (Yuste, el buen hombre, hizo lo que pudo a la sombra de Labordeta) y dejó margen para que Rosa Díez siguiera impulsando a UPyD. 

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