sábado, 9 de febrero de 2013

Cómo explicarles las cosas a los imbéciles 20130209

Cuando Carlos Floriano, portavoz del PP, contó que su partido seguía dando empleo al exmarido de la ministra Mato porque despedirle resultaba improcedente y por ello imposible, comprendí que estábamos ante un ejercicio de magia política para imbéciles. Sólo así cabía entender que nos viniera con la milonga del despido quien participó activamente en la aprobación de la reforma laboral. Cientos de miles de españoles, a los que han puesto en la puta calle por cuatro euros merced a dicha reforma, reirían con amargura cuando el tal Floriano explicó su argumentario para bobos.

Los dirigentes conservadores tienen una habilidad que los socialistas jamás llegaron a dominar (¡ya les hubiera gustado!)... Son capaces de decir y contar cualquier cosa, por increíble que pueda resultar, sin inmutarse. Lástima que a Rajoy se le ve como desbordado. Cuando dice algo (presuntamente) inverosímil se le dispara un guiño en el ojo izquierdo y los dedos le tembletean. Parece mentira, un tipo con tantas horas de vuelo. Sería por eso que llevó a cabo el milagro de aparecerse a los periodistas en una pantalla de plasma. Aunque, claro, más milagroso fue que los periodistas (¡ay, colegas, qué bajo hemos caído!) no se levantaran ipso facto y lo dejasen allí, encerrado en la caja tonta.

Bajo sospecha, los dirigentes de la derecha ofrecen mostrar sus cuentas oficiales y sus no menos oficiales declaraciones de renta para demostrar que no hay pagos en B, cuentas suizas o ingresos ocultos. Nos ofrecen una auditoría interna supervisada por su propia tesorera. ¡Ja, ja, ja! Nos aseguran que tras veintitantos años manejando las cuentas del partido nadie había notado que Bárcenas hubiese organizado (supuestamente) una red de influencias y sobornos... Que ningún dirigente sabía nada de Gürtel (cuyos jefes desfilaban tan ufanos en los saraos peperos)... Que Garzón fue expulsado de la carrera judicial por aquello del garantismo y los procedimientos limpios. La monda.

Malabares en el circo de las ciencias cognitivas: cómo explicarles las cosas a los idiotas. O sea, a nosotros. 


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