El PAR de José Ángel Biel (¿hay otro?) rompe sus ya escasas
amarras con el mundo urbano para refugiarse definitivamente en los
ámbitos rurales. Es como una caricatura de lo que hizo Mao en la Larga Marcha: retirarse al campo para rodear
desde allí las ciudades. Los regionalistas han echado cuentas hasta
deducir que, si han de sostenerse en el futuro como bisagra decisiva,
tienen que asegurarse unas bases seguras donde asentar su poder de forma
incuestionable. Por eso pelearon tanto para mantener las
administraciones comarcales y la sociedad pública Sodemasa (ahora Sarga)
como instrumentos básicos de su red clientelar. Saben además que el
futuro se presenta oscuro e incierto, que ser el clavico (capaz
de acordar gobiernos y transversalizar el oficialismo baturro) se pondrá
muy complicado conforme el voto se disperse y las mayorías absolutas
precisen coaliciones amplias, a tres o a cuatro.
Biel necesita su
retaguardia rural para acumular allí (o conservar) las fuerzas que le
permitirían ir metiendo al PAR en el PP sin disolverse en él (al menos
en un principio). Cada vez más alejado de las atmósferas urbanas, el
regionalismo aragonés se envuelve así en esencias tradicionales, en
evocaciones del abuelo labrador que todos tenemos, o en el peculiar
clima de las comarcas profundas donde el tiempo discurre lentamente, las
novedades provocan recelos, la gente es sencilla, las familias pesan y
los problemas cotidianos son simples (aunque los problemas estratégicos
sean enormes porque el mundo rural aragonés acumula demasiado retraso
tras perder demasiada iniciativa).
Desde mi particular observatorio, donde más noto la querencia rural del PAR es en Aragón TV, la máquina de agitprop que el PP ha dejado literalmente en manos de su socio. La programación es tan... paleoaragonesa,
tan insustancial (por decirlo finamente), tan localista y tan
adecuadamente cazurrica, que uno solo puede admirar la obra de Biel y su
visión estratégica: jota, pantanos, cuentos, guisos de la abuela,
campechanía y donde hay agua... maíz transgénico (o Motorland, o Walqa,
¡o Gran Scala!).
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