En la educación y la sanidad públicas, como en otros ámbitos que
dependen de una u otra forma del Gobierno de Aragón, la sensación es
desoladora: la actual DGA no sólo aplica recortes sin piedad ni
criterio, también está provocando un caos administrativo cada vez más
notable. Si el anterior Ejecutivo (el último presidido por Marcelino Iglesias)
ya manifestó claros síntomas de agotamiento y atonía estratégica, el
actual ha ido tirando de rutina e inercia hasta agotar las últimas
reservas de iniciativa. Ahora, Luisa Fernanda Rudi se limita a
cumplir con el protocolo mientras a su alrededor todo se embarulla, se
detiene y se atrofia. Si antes hubo proyectos discutibles o
disparatados, ahora hay un absoluto vacío.
La comunidad educativa
lleva ya dos cursos apechugando con directrices, normas y medidas
absurdas o contradictorias. La improvisación está a la orden del día. La
gestión de los centros se ha convertido en un ejercicio al límite. Y si
hablamos de la sanidad, el panorama es igualmente desastroso: los
globos sonda, los intentos de darle la vuelta al sistema para introducir
gestión privada, las decisiones adoptadas sin ningún estudio previo y
la inestabilidad de los equipos directivos están causando estragos.
Aunque parezca mentira, el PP (se supone que con la colaboración del
PAR) se las ha arreglado para empeorar la calidad de la Administración
autónoma sustituyendo en no pocos casos a profesionales eficientes (o
que al menos sabían de qué iba su cometido) por gente que ignora incluso
lo más básico de la misión que les es encomendada. Por supuesto el
nepotismo y el clientelismo siguen ahí, como una enfermedad crónica que
empeora.
Es cierto que esa especie de colapso no se da únicamente
en el Pignatelli sino que se extiende por el resto del tejido
institucional. El Ayuntamiento de Zaragoza, sin ir más lejos, no ha
cambiado de manos (sigue básicamente en las del PSOE), pero su situación
es similar: no hay impulso, no hay dinero y encima las funciones
administrativas van de mal en peor, con una reorganización de áreas y
responsabilidades marcada asimismo por los amiguismos y los enchufes. Lo
que ocurre es que la DGA no sólo abarca mayores y más amplias
competencias sino que debía ser, en teoría, el gran espacio político
donde el PP demostrara que venía a resolver los problemas no a crear más
o a dejar pudrirse los ya existentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario