domingo, 17 de febrero de 2013

Gestión caótica y fatiga prematura en la DGA 20130217

En la educación y la sanidad públicas, como en otros ámbitos que dependen de una u otra forma del Gobierno de Aragón, la sensación es desoladora: la actual DGA no sólo aplica recortes sin piedad ni criterio, también está provocando un caos administrativo cada vez más notable. Si el anterior Ejecutivo (el último presidido por Marcelino Iglesias) ya manifestó claros síntomas de agotamiento y atonía estratégica, el actual ha ido tirando de rutina e inercia hasta agotar las últimas reservas de iniciativa. Ahora, Luisa Fernanda Rudi se limita a cumplir con el protocolo mientras a su alrededor todo se embarulla, se detiene y se atrofia. Si antes hubo proyectos discutibles o disparatados, ahora hay un absoluto vacío.

La comunidad educativa lleva ya dos cursos apechugando con directrices, normas y medidas absurdas o contradictorias. La improvisación está a la orden del día. La gestión de los centros se ha convertido en un ejercicio al límite. Y si hablamos de la sanidad, el panorama es igualmente desastroso: los globos sonda, los intentos de darle la vuelta al sistema para introducir gestión privada, las decisiones adoptadas sin ningún estudio previo y la inestabilidad de los equipos directivos están causando estragos. Aunque parezca mentira, el PP (se supone que con la colaboración del PAR) se las ha arreglado para empeorar la calidad de la Administración autónoma sustituyendo en no pocos casos a profesionales eficientes (o que al menos sabían de qué iba su cometido) por gente que ignora incluso lo más básico de la misión que les es encomendada. Por supuesto el nepotismo y el clientelismo siguen ahí, como una enfermedad crónica que empeora.

Es cierto que esa especie de colapso no se da únicamente en el Pignatelli sino que se extiende por el resto del tejido institucional. El Ayuntamiento de Zaragoza, sin ir más lejos, no ha cambiado de manos (sigue básicamente en las del PSOE), pero su situación es similar: no hay impulso, no hay dinero y encima las funciones administrativas van de mal en peor, con una reorganización de áreas y responsabilidades marcada asimismo por los amiguismos y los enchufes. Lo que ocurre es que la DGA no sólo abarca mayores y más amplias competencias sino que debía ser, en teoría, el gran espacio político donde el PP demostrara que venía a resolver los problemas no a crear más o a dejar pudrirse los ya existentes.

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