Algunos concejales de Zaragoza se quedarán sin salario. ¿Quiénes
serán? ¿Cómo los seleccionarán? Pero sobre todo: ¿es razonable que una
ciudad de setecientos y pico mil habitantes tenga a parte de sus ediles
dedicados a su cometido sólo en los ratos libres? En fin, todo lo que
sabemos de la nueva Ley de Bases de Régimen Local parece extravagante,
raro, absurdamente demagógico y destinado si acaso a incrementar aún más
el desmadre administrativo de este país. Con España en los labios y su marca
en el argumentario, la derecha está poniendo todo patas arriba. Y no
precisamente para resolver la crisis que arrastramos, sino para armar
una de ésas que destrozan el país a cambio de reintegrarlo a manos de
sus dueños habituales.
En Aragón nadie entiende nada. Para
empezar, los miembros del grupo municipal del PP en Zaragoza andan al
borde del infarto al saber que pueden quedarse sin sueldo. Lo mismo
ocurre con sus compañeros que son alcaldes de pequeñas localidades cuyo
futuro deja en el aire la futura Ley. Y de cómo ha caído todo esto en el
PAR ni les cuento. ¿Podrán las comarcas mantener sus funciones al mismo
tiempo que se potencia a las diputaciones provinciales? Los de Biel
alucinan y el citado líder andará cavilando (cualquiera lo haría,
estando en su pellejo) sobre las adversas circunstancias que habrá de
remontar si quiere integrar su partido en el seno de la gran derecha,
tan inhóspito.
Viendo la cosa con alguna perspectiva está claro
que la nueva Ley de Bases de Régimen Local perjudicará a la ciudadanía
que perderá prestaciones, generará mayores confusiones competenciales,
debilitará las instituciones, agravará la situación de los pueblos y no
producirá mayor ahorro, aunque el Gobierno vaya por ahí presumiendo de
los sueldos que ha de eliminar (cuatro euros). En el último año, desde
que gobiernan los ahorradores, la deuda pública española ha
aumentado más que nunca. Los recortes han jodido a la gente, pero el
incremento de intereses y la transferencia masiva de deuda privada han
agrandado el agujero en términos históricos. España es un desastre. Pero... ¡Viva España!
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