El problema de la corrupción política y económica no se va a resolver
solo con más leyes. Bueno sería, desde luego, eliminar zonas oscuras
por el simple procedimiento de ponerlas bajo los focos. Pero la clave de
todo esto radica en lo que podríamos denominar atmósfera ética.
Si el ambiente, en general, no es limpio, diáfano y capaz de expulsar
automáticamente a quien aspire a vivir en la mierda, las élites
mantendrán sus querencias antidemocráticas y corruptas.
Fijémonos, por ejemplo, en el proceso de construcción nacional
que empeña a la mayoría de las fuerzas políticas de Cataluña. Con
independencia de que dicho proceso guste o no, ¿es razonable que un país
pretenda levantar sus derechos soberanos en medio de un vendaval de
escándalos, sospechas, latrocinios y conspiraciones? ¿Qué clase de
nación-estado puede configurarse sobre ese cenagal donde chapotean buena
parte de las instituciones catalanas? Y por extensión, ¿cómo va a
situarse España (toda ella) en el actual escenario de crisis y cambios
cuando cae sobre nosotros un chaparrón de sobornos, mentiras, sobres en
B, dobles contabilidades, indultos a la medida, mafias (extranjeras o
autóctonas), desconcierto judicial y manipulación fiscal?
Porque
además existen diferentes Españas. En una de ellas (la que tiene el
poder) leyes y normas no sólo son contempladas como bagatelas sin valor
sino que pueden ser burladas mediante técnicas que garantizan un amplio
margen de impunidad. Un banquero seguirá a lo suyo aunque haya sido
condenado (aquel gobierno lo indulta, este prepara cambios legales que
permitirán estar en el negocio financiero a los convictos). Pero la
mayoría de la sociedad (sobre todo los empleados públicos o privados) sí
que debe atenerse a las reglas. Sus ingresos están controlados, su
actos son fiscalizados, sus transgresiones reciben el adecuado castigo,
sus códigos éticos aún se sustentan en valores positivos. Así que la atmósfera moral
no ha desaparecido. Existe. Solo hace falta que la citada mayoría
social se imponga sobre las élites. ¿No es esa la naturaleza esencial de
la democracia?
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