sábado, 16 de febrero de 2013

Corruptos, legales: dos Españas 20130216

El problema de la corrupción política y económica no se va a resolver solo con más leyes. Bueno sería, desde luego, eliminar zonas oscuras por el simple procedimiento de ponerlas bajo los focos. Pero la clave de todo esto radica en lo que podríamos denominar atmósfera ética. Si el ambiente, en general, no es limpio, diáfano y capaz de expulsar automáticamente a quien aspire a vivir en la mierda, las élites mantendrán sus querencias antidemocráticas y corruptas.

Fijémonos, por ejemplo, en el proceso de construcción nacional que empeña a la mayoría de las fuerzas políticas de Cataluña. Con independencia de que dicho proceso guste o no, ¿es razonable que un país pretenda levantar sus derechos soberanos en medio de un vendaval de escándalos, sospechas, latrocinios y conspiraciones? ¿Qué clase de nación-estado puede configurarse sobre ese cenagal donde chapotean buena parte de las instituciones catalanas? Y por extensión, ¿cómo va a situarse España (toda ella) en el actual escenario de crisis y cambios cuando cae sobre nosotros un chaparrón de sobornos, mentiras, sobres en B, dobles contabilidades, indultos a la medida, mafias (extranjeras o autóctonas), desconcierto judicial y manipulación fiscal?

Porque además existen diferentes Españas. En una de ellas (la que tiene el poder) leyes y normas no sólo son contempladas como bagatelas sin valor sino que pueden ser burladas mediante técnicas que garantizan un amplio margen de impunidad. Un banquero seguirá a lo suyo aunque haya sido condenado (aquel gobierno lo indulta, este prepara cambios legales que permitirán estar en el negocio financiero a los convictos). Pero la mayoría de la sociedad (sobre todo los empleados públicos o privados) sí que debe atenerse a las reglas. Sus ingresos están controlados, su actos son fiscalizados, sus transgresiones reciben el adecuado castigo, sus códigos éticos aún se sustentan en valores positivos. Así que la atmósfera moral no ha desaparecido. Existe. Solo hace falta que la citada mayoría social se imponga sobre las élites. ¿No es esa la naturaleza esencial de la democracia? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario