Ayer, el PP y el PAR se negaron a constituir una comisión
parlamentaria destinada a investigar qué pasó en la CAI y quién ha
dejado en los huesos a tan bendita entidad. No me sorprende. Ambos
partidos han tenido mucho que ver con la debacle (sobre todo el PAR,
cuyos apadrinados iban y venían por Independencia, 10 como Pedro por su
casa), y además la derecha no quiere entrar en averiguaciones sobre lo
que pasó o dejó de pasar en el ámbito financiero. El PSOE, aunque sí
votó a favor de la comisión, tampoco parecía muy convencido. De todas
formas la mayoría conservadora se impuso. Para eso sirven los rodillos.
¿Qué ocurrió en la CAI? No sé si vamos a saberlo (o a publicarlo)
alguna vez. Este asunto, como los demás, discurre por una especie de
cinta sin fin donde se encadenan los escándalos a tal velocidad que,
apenas capta uno nuestra atención, ya está siendo sustituido por otro.
La devaluación de la sanidad y la enseñanza públicas, por ejemplo, es en
sí misma un carrusel donde trotan los recortes atropellándose en el
afán por acabar cuanto antes con ambos servicios. De vértigo.
Casi sin darnos cuenta, cuando estábamos más pendientes de Bárcenas
y sus cositas, aquí quedó zanjada la supervivencia de Sarga (o sea, de
Sodemasa), que incluye la continuidad del equipo directivo, el
mantenimiento en su puesto de los paniaguados del PAR y la garantía de
que esa mal llamada sociedad pública seguirá siendo un ente opaco y
sospechoso.
Mientras leíamos renglones de la presunta
contabilidad B (¿o C?, ¿o D?) del PP, el Gobierno de Aragón se disponía a
pagar por unos avales que dio en mal día al Real Zaragoza. Agapito,
además de dejarnos ese marrón a los contribuyentes, también ha
reclamado más pasta a nuestra Aragón TV. Bueno... ¿no pensarían ustedes
que íbamos a tener gratis esos emocionantes coqueteos con el descenso de
cada temporada? Y en Arcosur, ya saben: el Ayuntamiento de Zaragoza
abonará (por cuenta nuestra) lo que ya no pagan los promotores que
iniciaron tan demencial operación urbanística. Son más de seis kilates,
creo. Qué caras nos salen las chapuzas, ¿eh?
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