domingo, 3 de febrero de 2013

Verdades ocultas sobre los ríos y sus 'crecidas' 20130203

Cuentan que en los pueblos de la ribera del Ebro la gente está muy cabreada por las inundaciones recientes. Así que pido disculpas por anticipado, porque voy a intentar explicar (usando criterios expuestos por diferentes expertos) cuál es el auténtico problema... y eso no va a gustar. Tras haber logrado que los medios difundiesen sin matiz alguno sus opiniones (¡hay que limpiar el río!, ¡hay que proteger sus orillas!), los agricultores ribereños van a lograr que los políticos les den satisfacción metiendo dragas en el cauce del Ebro. No servirá para nada. En el 2010 ya se intervino en varios puntos retirando 126.000 metros cúbicos de grava. En cuestión de meses, todo volvió a la situación anterior. Gasto inútil.

El Ebro, como los demás ríos de la cuenca, ha visto cómo se reducía (e incluso se ocupaba de forma dudosamente legal) el dominio público hidráulico. En algunos puntos la anchura del cauce es hoy mucho menor que la observada en las fotos aéreas de los años 60. Se han construido motas a capricho (sin intervención ni control por parte de la confederación hidrográfica) de acuerdo con las concentraciones parcelarias, la mejora de los caminos o la protección de nuevas instalaciones e infraestructuras. En Pradilla le han quitado al río casi un tercio de la sección para defender el campo de fútbol y las piscinas.

Esas motas piratas (aunque ahora la CHE se ha hecho cargo de ellas por las buenas) están a veces mal construidas. Algunas han sido iniciadas amontonando escombros por lo que filtran y se vienen abajo enseguida. Deberían ser reconstruidas en otros lugares más adecuados, devolviéndole al Ebro el espacio lógico que requieren las fluctuaciones de su caudal.

¿Está el río sucio? Si entendemos por suciedad la basura vertida en sus orillas, podemos decir que sí. El mayor problema radica en la anormal vegetación de las orillas y los macrofitos del propio cauce. La laminación de las crecidas que llevan a cabo los numerosos pantanos de la cuenca y un exceso de nutrientes que llega de los abonadísimos campos ha disparado ese fenómeno... Que precisamente se resolvería dejando que el propio Ebro, como cualquiera de sus afluentes, se abriese camino (se limpiara) por sí mismo.

La cuenca está más que suficientemente regulada. El Ebro ya no admite más interferencias. No es normal ni desde el punto de vista medioambiental ni desde la óptica más economicista. ¿Hay que indemnizar a los agricultores de la ribera? Hágase mediante procedimientos objetivos. Saldrá más barato que dragar a lo bestia todos los años. En las últimas semanas, al río no le ha pasado nada malo ni ha causado catástrofe alguna. Solo reclama un poco más de respeto y un mínimo de sentido común. 

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