Resolver esta crisis tan retorcida y cabrona parece difícil. Pero hay
personas empeñadas en imaginar rápidas y sencillas salidas del
atolladero. Creyeron que Zapatero era el quid de la cuestión y
bastaría con mandarle a casa para que las aguas volviesen a su cauce. No
ha sido así, claro. Por lo cual ya tenemos en marcha otras alternativas
de cajón: que los políticos se bajen el sueldo, que desaparezcan los
coches oficiales, que eliminen el Senado... ¡que sean disueltas y
clausuradas las comunidades autónomas y volvamos a los felices tiempos
del austero centralismo (¿franquista?)!
Hombre, no seré yo quien
elogie la forma en que mi tocayo, el exjefe del PSOE, gestionó la
crisis. Ni negaré los excesos de las autonomías. Pero la crisis tiene
razones, causas y dinámicas que van mucho más allá. Ya saben: la burbuja
inmobiliaria (cuyos instrumentos políticos no fueron autonómicos sino
municipales), el desmadre financiero (en el que ha habido de todo un
poco), las razones (especulativas o geoestratégicas de los mercados), el
fracaso de la Unión Europea... En gran medida, la fragilidad de España
(su debilidad ante el acoso de agencias de rating y fondos de inversión)
no procede tanto de su estructura institucional y administrativa
(autonomías incluidas) como de la crisis política interna que nos azota y que nos convierte en el objetivo perfecto del insaciable monstruo financiero.
Las autonomías nacieron mal porque no se quiso o no se pudo hacer una
Constitución federalista. Luego, jamás tuvieron un sistema de
financiación coherente que las responsabilizara de sus gastos... Sí.
¿Pero se piensan ustedes que ganaremos algo volviendo a los tiempos de
los delegados ministeriales, que reproducían, no a escala regional sino
provincial, toda la estructura del Gobierno central (y cada uno con su
coche y su chófer, ojo)? ¿Y en tal caso, qué pasará con Cataluña y
Euskadi? ¿Qué haremos con esos ministerios (el de Fomento, por ejemplo) o
esos ayuntamientos (el de Madrid, mismamente) que también han gastado
sin tino y sin control?
¿Crisis? Para rato (¡que se lo pregunten al señor Ídem!).
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