El personal está muy rebotado. Eso lo comprende cualquiera. No sería normal que ante el vendaval de recortes, restricciones, copagos y despidos la gente se mostrase feliz. El masoquismo de la ciudadanía tiene sus límites.
Sin embargo no es a éste enfado al que quería referirme hoy, sino al que afecta a los futuros vecinos de Arcosur cada vez que alguien pone en cuestión la viabilidad de aquel enclave, el último y magnífico engendro de un urbanismo zaragozano manejado desde tiempos inmemoriales por los grandes traficantes de suelo. Arcosur es otro daño colateral de la Expo. Hubiese sido más lógico financiar la transformación de Ranillas habilitando allí mismo suelo destinado a viviendas. Pero eso despertó enormes recelos y los gestores del 2008 no quisieron exponerse a que se vinculara su trabajo a pelotazos y recalificaciones. Hubo que buscar en otro lugar recursos para pagar las huertas donde se ubicaría la Exposición Internacional. Entonces se optó por poner en marcha los suelos del remoto Sur y sacarlos de inmediato al mercado. Así empezó un equívoco monumental, un tremendo error ligado a la burbuja inmobiliaria y a la leyenda de una Zaragoza capaz de alcanzar a corto plazo el millón de habitantes.
Había y hay otras zonas mejores para expandir la capital aragonesa, que por otro lado requiere mucho más la rehabilitación o reconstrucción de sus barrios tradicionales que proyectarse cada vez más lejos. Sacar a la gente joven de la ciudad consolidada por la vía de construir VPO en el extrarradio ha sido desastroso en muchos aspectos: es caro, es incómodo para todos, rompe el modelo racional, es absurdo. Pero ahí está. Dos mil familias sueñan ahora con vivir en Arcosur, porque allí está metido su dinero, porque se han autoconvencido de que es un lugar idílico (¿?), porque su natural orgullo les impide reconocer que se equivocaron al meterse en una aventura descabellada. Ellos son la única razón de que siga en marcha un plan económicamente insostenible en torno al cual se ciernen oscuras maniobras políticas y especulativas.
Pobre gente y pobre Zaragoza.
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