sábado, 26 de septiembre de 2015

A ver qué pasa mañana 20150926

La expectación, al menos por mi parte, no se proyecta tanto sobre los resultados (que tampoco resolverán nada) como sobre las reacciones a los mismos. En todo caso, no sé si todos los catalanes llegan a la cita de mañana con el ánimo y las ínfulas que exteriorizan los independentistas; aunque supongo que algunos de ellos también estarán ya aburridos y presa de un indescriptible hartazgo. Lo malo es que este inmenso barullo ha de seguir hasta no se sabe cuándo, porque la cobardía de los gobiernos de España impide la única alternativa (y la mejor): un referéndum condicionado.

Sumergidos en el disparate, resulta muy difícil debatir, no ya de la Historia y otras milongas míticas, sino de las categorías y definiciones que permitirían describir y analizar la actual situación política. Hemos llegado a un punto surreal en el que los independentistas han tenido como principales inductores y propagandistas a quienes más se oponen a ellos. El Gobierno central, Mariano Rajoy y su soberbia ignorancia de la Constitución, Margallo, los del Ibex... (junto con muchos colegas míos, madrileños sobre todo) han hecho milagros. Sin su laborioso concurso, la candidatura soberanista no habría acabado la campaña ganando apoyos. La histeria españolista ha funcionado como perfecto aliado del simplismo (no menos histérico) separatista. Qué tropa.

Por supuesto, las actitudes más razonables, las de quienes aspiran (aspiramos) a que Cataluña se quede porque así lo quiera, han sido atacadas sin piedad por los centrífugos y los centrípetos. Si a Iglesias, el de Podemos, le llamaron fascista los de Esquerra, la extrema derecha española le acusa de ser cómplice del separatismo. A Trueba, casi se lo comen crudo. La CUP y otras bandas de la ¿izquierda? secesionista catalana desprecian burlonamente el internacionalismo y el cosmopolitismo (que, aseguran, no es sino un disfraz de los españolistas), para lo cual usan argumentos que coinciden perfectamente con los que, en aparente sentido contrario, desarrolla Jiménez Losantos en sus demenciales artículos... Un maremágnum desquiciante. A ver qué pasa. 

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