sábado, 5 de septiembre de 2015

Mucho más allá del límite tolerable 20150905

No es conveniente que un periodista escriba cabreado. Pero yo lo estoy. Disculpen el arrebato. En las últimas semanas he hablado con diversos colegas míos, todos ellos significados e importantes, famosos incluso. Y cuando alguno me ha recomendado calma y realismo (mucho realismo, pues así son las cosas y no tiene sentido soñar con utopías), le he pedido que me describa el límite razonable más allá del cual podamos (y debamos) decir que la situación es inaceptable. ¿O hemos de aceptar los mensajes oficiales y ceñirnos al pensamiento único sin ninguna otra opción?

Lo de los refugiados-emigrantes, por ejemplo. No solo por la catástrofe humana que supone, sino porque nos pone en cuestión y nos retrata. Las guerras cuyo detonador cebaron nuestros insensatos gobiernos (Palestina, Irak, Afganistán, Siria, Libia, Ucrania...), la naturaleza fascista de regímenes (como el húngaro) cuya presencia en la UE ni se cuestiona, la hipocresía de los burócratas que mandan en Bruselas, la resistencia de alguna gente (no toda, por suerte) a captar el significado de esas imágenes de trenes en vía muerta (cargados de personas hambrientas, sedientas y privadas de toda esperanza), las alambradas, las criaturas muertas... Todo sale a la luz. Surgen, es verdad, iniciativas solidarias, bienintencionadas, de comunidades autónomas o ayuntamientos que intentan taponar con tiritas la profunda herida. También mandatarios, como Rajoy, cuyo cinismo al respecto bate récords. En todo caso, el límite ha sido sobrepasado.

La mentira también nos desborda. A la Ucrania democrática y europeista se le ha concedido una impresionante quita de su deuda, justo lo que se le negó a Grecia (¿se acuerdan?). No importa que en Kiev reine la corrupción y las milicias se disputen a tiros el control político y el dinero. Draghi hace equilibrios en el alambre mientras el Eurogrupo esconde sus aprensiones tras un inverosímil «no pasa nada». Soraya Sáenz de Santamaría nos cuenta su versión de la vida cual resabida institutriz aleccionando a niños tontitos y crédulos. ¿Límite?, pregunta su desafiante mirada... ¿Qué límite? 

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