miércoles, 9 de septiembre de 2015

Menos mal que existe la opinión pública 20150909

Ha sido la reacción de la opinión pública la que ha modificado (al menos formalmente) la actitud de los gobiernos de Europa ante el drama de los refugiados. La foto del niño sirio ahogado. Las imágenes de los trenes húngaros. Los llamamientos desesperados de las ONG... Ha sido todo eso lo que ha movilizado las conciencias de las gentes y ha obligado a elevar sobre la marcha los cupos de asilados admisibles, organizar cumbres y formar comités. Merkel ha escenificado su humanidad de manera profesional y convincente... Rajoy (que ni es profesional ni convincente) ha dado un giro sobre la marcha para intentar pasar del cinismo realista a la hipocresía sentimental sin comprometerse a nada. Pero la sociedad civil española está despierta. Y si la opinión pública no ha muerto, la democracia sobrevive.

Sabemos en qué medida los políticos tradicionales han manejado siempre el rebote emocional de la ciudadanía ante crisis como esta. El periodista Ramón Lobo, en un artículo publicado aquí el pasado domingo, explicaba con apabullante claridad la sucesión de procedimientos trucados mediante los cuales la cúpula de la UE y cada uno de los ejecutivos nacionales afrontan situaciones de emergencia, adaptándose al nivel de indignación popular e intentando siempre asumir el mínimo compromiso posible. Pero siempre será mejor que dicho compromiso sea hoy más extenso e intenso que ayer. Lo poco es mucho cuando se parte de nada.

El problema de fondo radica en que nuestras élites (las de Europa en general y las españolas muy en particular) se han habituado a manejar el corto plazo y sobrevivir a sus más estrepitosos fracasos estratégicos. Ahí tenemos a nuestro ministro de Exteriores, García Margallo proponiendo ahora un entendimiento con el dictador sirio El Assad, al que poco tiempo atrás se pretendía derribar. Claro, ahora estamos viendo los terribles efectos de la desestabilización de Siria. Pero nadie pagará por las erróneas decisiones tomadas hace apenas un par de años. Salvo que la opinión pública se convierta en opinión electoral y haga justicia... aunque sea en diferido.

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