viernes, 25 de septiembre de 2015

Aún quedan mil trescientos días 20150925

Al encontrarse el cierzo de cara tras doblar la esquina de los cien días, los de Zaragoza en Común se han visto sorprendidos por la ventolera. Les hacen daño las críticas porque, una vez más, su bisoñez y su ingenuidad se convierte en debilidad e incomprensión. Pero lo peor que podrían hacer es refugiarse en el victimismo habitual, aferrarse al conmigo o contra mí y despreciar las voces que les incitan a replantearse algunas cosas, aprender deprisa, ser humildes, entender la complejidad del mundo por el que ahora transitan y admitir que, para manejar una ciudad de 700.000 habitantes y hacerlo bien, es necesario un adecuado (y suficiente) nivel de profesionalidad y conocimiento.

El caso es que mientras ZeC hacía campaña con el objetivo de ganar las elecciones, sus asambleas de base catalogaban una serie de propuestas simples, que siendo quizás más interesantes que las de otros partidos, tampoco podían considerarse un auténtico programa de gobierno. La oferta en común ofrecía no obstante (aunque fuese de manera implícita) frescura, dinamismo, innovación, honradez e imaginación. Todo lo cual precisaba, y ahí está el quid de la cuestión, un respaldo técnico que convirtiese las buenas intenciones en ordenanzas, normas, presupuestos, sistemas de control, transparencia y eficacia. Y no otra cosa se le exige ahora a Santisteve y los suyos. No afrontan, hoy por hoy, feroces conjuras políticas (la derecha local quiere pero no sabe, y las otras izquierdas saben pero no pueden... ni deben), ni más presión mediática de la que cabía suponer. Están luchando, sobre todo, con sus propias limitaciones. Pero aún les quedan mil trescientos días más para ponerse a tono. Ésa es su obligación.

Entre otras cosas, habrían de fijarse en lo que ya ponen en marcha otros ayuntamientos españoles de su onda, ponerse serios consigo mismos, apoyarse en quienes sí saben, medir sus expresiones y movimientos, dejarse de gesticulaciones y manías falsamente alternativas y asumir que su objetivo no es otro que mejorar la vida del vecindario. No les basta con querer, tienen que saber... poder.

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