viernes, 4 de septiembre de 2015

¡Bah!... Ya estamos curados de espanto 20150904

Por muy alucinante que pueda ser (que lo es), el extraño fallo del Tribunal Superior de Justicia de Aragón (TSJA) en relación con el colegio Ánfora no debe sorprendernos. A estas alturas, las personas humanas y los ciudadanos conscientes (o sea, que tenemos humanidad y seguimos las normas) ya estamos curadas de espanto.

¿Ha tenido en cuenta el susodicho TSJA el informe inicial de la Inspección Técnica de Educación (¡elaborado cuando aún mandaba el PP!) desaconsejando todo concierto con el nuevo colegio privado de Cuarte? ¿Ha estudiado el posterior informe de la Unidad Territorial de Construcciones que valora negativamente las condiciones de idoneidad y seguridad en un edificio todavía en obras? ¿Ha evaluado la incorrección básica de un concierto tramitado a contrarreloj, sin asignación presupuestaria y con una cooperativa de profesores cuyos socios eran captados a voleo por internet, ofreciéndoles un puesto de trabajo (y poco más de mil euros mensuales) a cambio de poner 48.000 euros y avalar un crédito millonario? ¿Ha investigado al promotor de la operación? No creo. Los tribunales superiores de España, desde los autonómicos hasta el Constitucional, son... lo que son.

Lo más flipante es que el TSJA se ha pasado por el forro las evaluaciones técnicas de la Administración. ¡Viva la desregulación! En buena lógica, otros centros que solicitaron el convenio y recibieron una respuesta negativa (por ejemplo, los del Montessori cuando compraron el antiguo Lestonnac) querrán el mismo trato. ¿O no?

Pero estamos en un país donde se debate sobre la inconveniencia de publicar la foto del niño ahogado en una playa de Turquía (imagen que los medios de orden escamotearon en un alarde de hipocresía extrema). O cuyo Gobierno celebra la buena marcha del empleo 48 horas después de que la Seguridad Social perdiese en un solo día más de trescientos treinta mil cotizantes. O en el que un líder periférico, Mas, zanja las muy verosímiles acusaciones de corrupción vertidas sobre su partido acogiéndose, en nombre de la patria (la suya), a una increíble teoría de la conspiración. Pavoroso.

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