sábado, 12 de septiembre de 2015

Sobre 'los bienes'y el recrecimiento de Yesa 20150912

Coincido con Echenique en que la devolución de los ya famosos bienes eclesiásticos aragoneses retenidos en el Museo Diocesano de Lérida, aunque justa y necesaria, no es un asunto fundamental. Ya sé que no está de moda decir tal cosa a la vuelta de la Diada, cuando la imagen de los independentistas catalanes llenando las calles de Barcelona, ha sacado de quicio a los españolistas centrípetos. Pero, siendo este un contencioso que atañe sobre todo a la Santa Madre, dueña y señora de tallas y retablos, tampoco debería obsesionarnos. Es más, doy por hecho que si no estuvieran las cosas como están, con una desgarradora tensión entre nacionalismos de acá y de allá, las esculturas y pinturas hoy en disputa les importarían un huevo a quienes ahora las reclaman como si fuesen el tesoro del Gran Mogol. Supongo que a tales ciudadanos ya no les basta con que el bueno de Lambán pida audiencia al Papa o se aborrasque con el desbocado Mas. Querrían una reacción mucho más enérgica, más encabronada, más... bélica.

Mientras tanto, los mismos conservadores aragoneses han descubierto que el nuevo Gobierno navarro ha pedido que se pare el recrecimiento de Yesa. Y como ese Ejecutivo despide un inequívoco aroma abertzale, tal solicitud se quiere convertir en otro desafío a nuestra mitología regional. Porque lo de Yesa es reivindicación de los regantes, reclamo político, banderín de enganche electoral y un pedazo de lugar común que el propio Lambán maneja desde hace lustros. Sin embargo, esa obra se ha convertido en una pesadilla, mientras engulle los millones de cien en cien. Las laderas donde se asentaría la nueva presa ceden y ceden, ha sido preciso desalojar y expropiar dos zonas urbanizadas (estos días ha salido a concurso la vigilancia de tales viviendas, que supondrá un bonito pico anual) y nadie sabe cómo acabará esta locura. Así que los navarros han hecho bien en pedir, por la parte que les toca, que se ponga punto final a semejante delirio hidrológico. Deberíamos sumarnos a la propuesta, no rebotarnos con ella.

Aquí me despido. Agoté el espacio... Y no quiero provocar más sofocos. 




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