lunes, 7 de septiembre de 2015

Algo más sobre Cataluña 20150907

Hace unos días, coincidí con Jordi Évole, seguramente el periodista más agudo, crítico y seguido de este bendito país. Es catalán, claro, pero en un acto público declaró sin mayores disimulos que no es independentista. Defiende el derecho a decidir, respeta todas las posturas... pero no quiere rupturas ni sacraliza la identidad. Por eso, y esto es lo primero que quiero dejar claro, no cabe establecer el actual conflicto político entre grupos nacionales compactos y homogéneos. Más allá de Mas (como del inefable Albiol) se extiende un espacio enorme donde habitan (políticamente hablando) millones de personas, que son vecinas nuestras y con las que tenemos muchísimo en común. A mí me gusta Cataluña, también la considero mi tierra y admiro las virtudes de un pueblo hermano del que en modo alguno querría separarme.

Aquí y allá (si cabe hacer esta distinción entre unos territorios que se superponen sin solución de continuidad) hay nacionalistas que pretenden imponernos un dilema absoluto: o negro o blanco, y también muchas personas que entendemos la cuestión de otra forma. Personalmente (y creo que es una idea compartida por muchos) considero que el conflicto ha de resolverse mediante un referendo convocado y llevado a cabo en un clima de libertad y respeto mutuo. Canada-Quebec (lo he dicho mil veces) es el referente. Negar el derecho a decidir es, a estas alturas, absurdo, antidemocrático e inútil. Sustituir su particular naturaleza por unas elecciones plebiscitarias, que en realidad van a decidir la composición de un parlamento y donde cada voto pesa distinto dependiendo de la circunscripción en que se emite, es tramposo e igualmente antidemocrático e inútil.

Otra cosa: Cataluña nunca ha sido colonia de España. Al margen de la Historia (y de las deliciosas majaderías a que dan lugar sus versiones nacionales), un vistazo a las balanzas comerciales zanja el tema. Menos lobos: el independentismo catalán es profundamente burgués, racista e insolidario; el centralismo españolista es, a su vez, reaccionario, irracional y muy interesado. Y no hay más.

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