No se alteren por el artículo de ayer y déjenme acabar el argumento.
Las relaciones económicas componen un extraño laberinto en el que no es
tan fácil determinar quién depende de quién. Eso sin considerar el
bombardeo de mentiras y medias verdades que padecemos a diario. No había
más que ver el martes, en las Cortes, al bueno de Aliaga explicando (o así) las cuentas de Motorland. Qué risión.
Vuelvo al tema. La vertebración de España y la vertebración de Europa
exigen solidaridad y respeto mutuo. Si no, estamos jodidos. Todos:
españoles, catalanes, alemanes o griegos. Sin una trama federalizante e
integradora las cuentas (las de verdad) no salen. Pongamos el caso
alemán para no herir más susceptibilidades. El poderoso estado germano
pretende exprimir financieramente a España, disponer de los recursos
humanos de nuestro país para obtener productos de calidad fabricados a
muy bajo coste (como en China pero en bueno) y de paso quedarse
con nuestros jóvenes mejor preparados, cuya formación nos ha costado un
huevo. Bueno, pensarán algunos, para eso hemos estado durante años
recibiendo buen dinero germano en forma de subvenciones y préstamos.
Cierto. Mas también es verdad que mucho de ese dinero volvió a su origen
tras la compra de bienes de equipo, automóviles y trajes de Hugo Boss.
Me pregunto qué dirían los alemanes si, para ahorrar, obligásemos a sus
abuelos (esos cientos de miles que viven en la cálida España) a pagar
al contado la atención médica, las operaciones de cadera, los baipases; que apoquinasen cada euro, y luego ya se lo reintegraría su propio sistema de cobertura sanitaria. Por ejemplo.
Todo esto, lo sé, es hablar por no callar. Mientras, en Gran Bretaña se
prepara el referéndum escocés. Ha sido negociado y acordado sin las
histerias que nos gastamos aquí y tendrá un planteamiento claro:
independencia, sí o no, en vez de las pregunta trampa que maquina Mas para el suyo.
Los nacionalistas escoceses confían en el petróleo del Mar del Norte.
Aun así no las tienen todas consigo. En la propia Alemania la economía
se está parando. Somos interdependientes.
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