La presidenta de Aragón, Luisa Fernanda Rudi, no dijo nada
fuera de lugar en la Conferencia de Presidentes. De acuerdo con las
órdenes de la jefatura del Partido no objetó el proyecto de Presupuestos
Generales, y fió a la discreción y el bien quedar cualquier posibilidad
de que dicho documento mejore el trato a Aragón con un puñadito de
euros más. Lo cual, desde luego, es cosa hecha. Quiero decir que, tras
supuestas conversaciones y negociaciones, seguro que alguna partida
reaparece o experimenta un ligero recrecimiento. Es el paripé habitual.
Sólo que en el ejercicio 2013 la comedia va a ser más bien una
astrakanada. Partiendo de un recorte del 30%, no hay arreglo posible por
mucho que Rudi y Biel se esfuercen representando sus respectivos papeles. No engañan ni a los niños de pecho.
Lo de los Presupuestos está evidenciando dos cosas. La primera, que la
política aragonesa ha dejado de ser una ficción de escaparate (¡ah, los
días de vino y rosas!) para convertirse en una patética patraña sin
disimulo posible (es lo que tienen las crisis). Comparar los discursos fundacionales
del apaño PP-PAR con la realidad actual es un penosísimo ejercicio. La
segunda, que esta Noble Tierra, carente desde hace lustros de una
estrategia medio apañada, ni siquiera sabe qué debe pedir a Madrid.
Y como ya tenemos AVE y ya pasó la Expo sólo nos quedan en el
imaginario (además de autovías y desdoblamientos) el Pacto del Agua y la
TCP: un anacronismo sin sentido y un imposible.
Los jefes, a lo suyo. Siempre podrán consolarse a la vista de que estos Presupuestos van a ser los del desastre definitivo. Niño Becerra
y otros profetas del Apocalipsis se han tomado a chufla la previsión
oficial de evolución de los ingresos, calculada sobre un decrecimiento
del PIB del 0.5% que nadie se cree. Así pues, será preciso ajustar
cuentas sobre la marcha y podar aún más cada partida. El 2013 ha de ser
un año muy duro. En Aragón (donde acaban de caernos 2.470 parados más en
septiembre), también. Con los Presupuestos encima de la mesa, Rudi se
calla, Biel se la envaina y nosotros... no sabemos dónde meternos.
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