Vaya, por fin llovió (a lo bestia en ciertos lugares) y además de
volver a correr los ríos por donde solían, recuperaron agua los
pantanos, hubo inundaciones (algunas por el carácter excepcional de las
precipitaciones, otras por haber viviendas o equipamientos donde no
debía haberlos)... y los partidarios de los embalses, encabezados por el
presidente de la Confederación Hidrográfica del Ebro, aprovecharon el
temporal para arrimar el ascua a su sardina y vender Biscarrués y el
recrecimiento de Yesa. El momento no podía ser más adecuado porque ambos
proyectos van a llevarse un buen cacho de las inversiones del Estado en
la Comunidad, incrementadas finalmente tras el correspondiente y
previsible paripé de la Comisión Bilateral. Nos han vendido de coña
marinera las citadas inversiones, y ahora nos venden la mejor manera de
convertirlas en inservible hormigón.
Porque estas lluvias
torrenciales han demostrado que la cuenca del Ebro ya está todo lo bien
regulada que puede estar, y seguir adelante con más obras y más pantanos
no sirve de nada. Yesa, tal cual está, ha encajado la crecida del
Aragón. Y podría encajar ahora mismo otra del mismo volumen. El embalse
estaba al 15,05% de su capacidad antes del temporal. Ahora ha llegado al
55,39%, un poquito más de la mitad. ¿Por qué es preciso recrecerlo con
una nueva presa? La propia CHE afirma que la riada de la semana pasada
tiene un periodo de retorno de 500 años. ¿Entonces?
En las
cabeceras de otros ríos tenemos La Sotonera al 43,8% de su capacidad;
Mediano, al 53,3%. En toda la cuenca las reservas actuales aún no
alcanzan el cuarenta por ciento. Nadie podrá negar que ciertas obras de
regulación han tenido un efecto muy beneficioso al frenar las avenidas.
Vale, ya está. Sin embargo Biscarrués sigue sin ser necesario, como no
lo eran ni lo son El Val o Lechago, ya acabados hace tiempo y sin uso
alguno. ¿Laminar las crecidas del Gállego? Ésta última fue morrocotuda y
el río, muy intervenido ya, se limitó a ocupar su cauce natural. Es
cierto que allí había alguna urbanización. Pero eso es harina de otro
costal.
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