Según el CIS, los españoles están cada vez más preocupados por el
paro mientras se van desentendiendo de la corrupción. Así se demuestra
la validez de aquel método terapéutico utilizado por los curanderos de
una remota tribu, que cuando alguien les iba con un dolor se aplicaban a
golpearle con una piedra en otro lugar del cuerpo, hasta que el mal
inicial quedaba olvidado, sobrepasado por el impacto del tratamiento.
Aquí estamos tan acojonados por lo que pueda pasarnos que ya no tenemos
tiempo ni lugar en el cerebro para seguir cabreándonos con los
presuntos ladrones y estafadores. Acabaremos tomándonos a risa las
órdenes de prisión que dicta contra el banquero Blesa (banquero por la gracia de Aznar
y del PP, por supuesto) el juez que lleva el caso. Las gentes de orden
advierten que el tal magistrado es un friki. Seguro que sí. Para meterse
en ciertas harinas, los responsables de impartir justicia han de ser
algo raros. En cuanto los acaben de normalizar, los problemas de
nuestra amada Patria estarán prácticamente resueltos. Es obvio: el paro
ha empezado a bajar y si la corrupción inquieta cada vez menos... ¡Viva Rajoy que es mi dueño!
Ayer mismo, en una reunión familiar, pregunte a alguien por su hija,
que trabaja en una empresa sometida al rigor de los ERE. Antes de
decirme si la chica estaba bien o mal de salud, me contestó radiante que
tenía trabajo asegurado hasta fin de año. Le felicité efusivamente.
"Les van a bajar el sueldo --agregó--, pero, oye, eso es lo de menos".
Otro de los contertulios puso el grito en el cielo: "Pero qué cosas
decimos... Le bajan el sueldo, ¡y es lo de menos!" Así llegamos a la
conclusión (aunque no lo dijimos tan peripuestamente) que el sistema ha
logrado modificar el marco ideológico y conceptual en el que situamos
nuestra visión de la realidad. Por lo cual damos por buenas cosas que
hace solo cinco años nos hubiesen parecido terribles desafueros. Es lo
que hay.
En Aragón, por ejemplo, ya estamos más tranquilos. La
recogida de la fruta ha hecho retroceder al temido paro. Y en cuatro
días, la siega. Pronto dejará de obsesionarnos el desempleo.
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