sábado, 22 de junio de 2013

¡Que el primo de Rajoy nos asista! 20130622

La reforma administrativa que propone el Gobierno (rebautizada como reforma Soraya) está llamada a generar grandísimos ahorros, reducir la burocracia y recentralizar el Estado. Eso es al menos lo que aseguran los portavoces oficiales y los periodistas oficiosos. La vicepresidenta Sáez de Santamaría destacó ayer la naturaleza titánica y colosal del trabajo llevado a cabo para elaborar esta nueva propuesta. A su lado, el ministro Montoro asentía con esa semisonrisa suya de quien conoce la clave del secretito. Mientras, un servidor (si se me permite decirlo) se iba barruntando que esto no va a llevarnos a ninguna parte: el ahorro será ínfimo, las administraciones públicas no ganarán en eficiencia, habrá más ruido que nueces... O sea, otra dosis para los adictos a la realidad percibida.

La reforma eliminará organismos públicos de escasa o muy escasa entidad, fusionará otros, hará recomendaciones a las autonomías que éstas no atenderán (salvo quizás en lo referido a reducir los respectivos parlamentos, al estilo Cospedal), acabará con iniciativas interesantes (si no encajan con la visión pepera de la vida), producirá mucho ruido y fomentará la torpe y errónea idea de que el Estado es una rémora y un peñazo. Por supuesto nada cambiará de verdad. Para muestra, un botón: ¿saben ustedes que la astuta Soraya dispone ya de más guardaespaldas y asistentes que su predecesora, Teresa Fernández de la Vega?

Es cierto que este país necesita una auténtica reforma administrativa como necesita una ley de transparencia. Pero cuando los jefes del PP se refieren a ambos objetivos describen algo muy distinto a lo imaginado por los demás mortales. Ellos van a otra cosa. También han reclamado a gritos la independencia de jueces y fiscales, o la objetividad de los medios de información públicos, o la bajada de impuestos... y luego, tararí.
La última reforma, entre otras cosas, abortará el neonato Instituto de Investigación del Cambio Climático, el que iba a ir en el Pabellón de España de la Expo zaragozana. Lógico. ¡Para qué vamos a investigar el efecto invernadero, si para explicárnoslo ya está el primo de Rajoy

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