martes, 25 de junio de 2013

Cómo ser cortés en medio del saqueo 20130625

Eso de que abucheen a la Reina o a los Príncipes de Asturias cuando acuden a escuchar música clásica trae fritas a las personas de orden. Primero empezaron los escraches, la presencia de indignados o antidesahucios frente a las oficinas bancarias (o incluso dentro de ellas), las concentraciones, las acampadas, las ocupaciones de fincas y otras formas de protesta callejera. Y al final, esto. A la bendita Familia Real no me la van a dejar cumplir con su decisiva labor: entregar premios, leer discursos (breves, si puede ser), asistir a conciertos, navegar en verano y esquiar en invierno. Qué poco respeto (por los jefes) queda en este país.

España es un lugar extraño donde mucha gente no acaba de entender la democracia. Demasiados siglos de tradición absolutista, autoritaria, caciquil, represora y nacional-católica. Ahora, no son pocos los que reaccionan con absoluta indiferencia e incluso con regodeo cuando la policía dispara y mata a un ciudadano de la UE, que no estaba armado ni tenía antecedentes ni parecía estar llevando a cabo algún delito grave. La versión oficial está llena de lagunas y es cosa sabida que en Zaragoza (escenario de la muerte) han coincidido un jefe de Policía aficionado a los despliegues in situ y un delegado del Gobierno deseoso de hacerse notar, tal vez para desquitarse de los años que anduvo llamado a la puerta del poder sin conseguir entrar. Por eso tal vez tenemos a la Policía literalmente encima de cada manifestación, se abusa de las identificaciones y las detenciones, se multiplican juicios y multas, se niegan derechos que los tribunales han de imponer a golpe de sentencia, se imponen servicios mínimos que invalidan el impacto de las huelgas y en general se pretende reducir cualquier protesta social o política a una especie de escenificación tenue, algo que no moleste ni llame la atención ni interfiera con las agendas y los respectivos humores de las señoras y señores mandamases.

Protestar es un derecho fundamental que, por supuesto, incluye abucheos, broncas, manifestaciones y huelgas. Y los gobernantes, a tragar, a tomar nota y (si conservaran un ápice de inteligencia) a rectificar. 

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