lunes, 3 de junio de 2013

Pues al final... ¡a lo mejor hay pacto! 20130603

La versión oficiosa del papel que está jugando Rubalcaba da por sentado que el secretario general del PSOE se ha brindado generosamente a liderar el partido durante la travesía por el desierto. Luego, cuando vuelvan las oscuras golondrinas y la ciudadanía se esté olvidando de los yerros de Zapatero, el cachondeo de los ERE andaluces, las ferias extremeñas y los demás pecadillos, cuando, en fin, el PP se haya agotado gobernando a golpe de ajuste y recesión, Alfredo se apartará a un lado y cual nuevo Moises dejará paso al Josué elegido en primarias. Bueno, no tengo ningún motivo para dudar de este teorema del buen socialista, pero lo que vamos viendo no apunta precisamente en tal dirección, sino en la contraria. El jefe de la oposición parece ir a lo suyo: va imponiendo sus criterios centristas, diluye su debate con el Gobierno, comulga cada vez más con las ruedas de molino de la ortodoxia financiera (será que Joaquín Almunia le canta en la oreja por las noches), se aleja de los movimientos sociales y está empeñado en escenificar un pacto con Rajoy.

En el Padrino II, Michael Corleone es apadrinado por un viejo y achacoso capo que finge tenerlo por heredero pero conspira para matarle pues en realidad no piensa retirarse nunca. Seguro que Madina ha visto la película. ¿Habrá captado su moraleja?

El otro día, Soares reunió a toda la izquierda portuguesa para abrir un frente común contra el Gobierno conservador. Mario chochea, pensará Rubalcaba (y tal vez recuerde cómo el veterano político luso se rasgó las vestiduras cuando el PSOE y otros partidos de la Segunda apoyaron al reaccionario Durao Barroso como presidente de la Comisión Europea). Entre tanto, la socialdemocracia española camina a tientas no se sabe hacia dónde. Solo faltan las visitas de Felipe González a la Moncloa, las corrosivas (y trucadas) revelaciones de Guerra y las confidencias de Vera a Intereconomía. Así que tal vez haya pacto con el PP (serían tontos en la derecha si no lo aceptasen). Pero, en ese plan, si al final aparece un Josué socialista, descubrirá que no hereda precisamente la Tierra Prometida. Menudo alucine. 

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