domingo, 2 de junio de 2013

¿En manos de quién está la sanidad aragonesa? 20130602

La consejera de Educación y Cultura del Gobierno de Aragón y su homólogo de Sanidad y Bienestar Social han dado a su gestión un peculiar enfoque destructivo. A Serrat se la ve tensa y desasosegada, porque tal vez no había contado con las constantes protestas de la comunidad educativa. Pero Oliván luce de lo más fresco: va cada día al gimnasio, acaba su jornada laboral con eficaz prontitud y sus declaraciones en público o en privado dejan estupefactos a quienes le escuchan, pues se expresa con singular desahogo y crudeza. No disimula, no se anda por las ramas. ¿Es un friki? ¿Es un tardofranquista? ¿Es un terminator neocón? Vayan ustedes a saber.

El consejero en cuestión no se ha recatado en llamar tramposos o estafadores (minibárcenas es la palabra concreta) a usuarios de la sanidad y a profesionales de la misma. Supongo que ahora dirá lo mismo de los limpiadores que se han declarado en huelga. Que los citados trabajadores pretendan conservar el empleo y unos salarios que les equiparan nada menos a la más baja categoría del personal estatutario le parecerá una barbaridad. A los afectados no les ha quedado otra salida que plantarse para evitar quedarse sin convenio y acabar volviendo al mínimo interprofesional (que también intentan dinamitar) y al albur de la Reforma Laboral. Pero a Oliván y a las empresas concesionarias (la limpieza de los centros sanitarios lleva decenios externalizada) tales pretensiones les parecerán una osadía inaceptable. De ahí las provocaciones, los despidos y otras tácticas intimidatorias.

Sin embargo, la huelga de los limpiadores simboliza y resume la lucha en defensa de la sanidad pública. El intento de machacar a dicho colectivo forma parte de un programa para desmantelar el sistema; programa que ya está dejando huella en los usos y protocolos habituales. Quienes trabajan en los hospitales de agudos saben que los controles se están aflojando, que ya no se cambia la ropa de las camas con la frecuencia de antes y la merienda se deja en las mesillas con la comida, que los recursos básicos asignados a las plantas han disminuido, que la reducción paralela de personal de refuerzo devalúa poco a poco la calidad de la atención. La intención última, que el consejero ni se molesta en ocultar, es privatizar todos los servicios auxiliares. Y abaratarlos de tal forma que el ajuste se combine con el beneficio de las concesionarias. Por eso hay tanto empeño en tumbar a los limpiadores, meterlos en cintura, depurar las plantillas y luego someterlos a una intensa sobreexplotación.

La huelga de los limpiadores afecta a todos los trabajadores y usuarios de la sanidad pública. El destino de estos valientes hombres y mujeres determinará el de otros colectivos. Y es mucho lo que está en juego. 

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