jueves, 13 de junio de 2013

Lo admito: no es casualidad 20130613

Tengo más fe en los fenómenos casuales que en las teorías de la conspiración. Pero a veces los acontecimientos no pueden ser explicados simplemente en función de la matemática combinatoria. Sus causas son más complejas, más premeditadas, más objetivas. Por ejemplo, ¿es casualidad que las limpiadoras de los centros sanitarios aragoneses tuviesen que ir ayer hasta Motorland para conseguir hablar, ¡al fin!, con la presidenta Rudi? ¿Es fruto del azar que la mencionada jefa se mostrará, ¡oh milagro!, accesible, como si la visión de los circuitos hubiese dulcificado su indomable carácter? Pues no, no lo es. A la postre, una Ciudad del Motor donde se están enterrando decenas y aun cientos de millones es el mejor lugar en el que consolarse de la ruina que afecta al sistema público de salud. Lo uno por lo otro.

No es casualidad tampoco que varias primas lejanas del Rey aparezcan involucradas en la red del financiero chino Gao Ping, ni que estas nobles damas (como tantos otros presuntos chorizos que van saliendo a relucir) se hubiesen acogido a la amnistía fiscal, pues Montoro les ofreció lavar su dinero negro a un precio mucho más barato que el exigido por la Mafia. Tampoco lo es que varios familiares directos de la ministra Báñez hayan salido a relucir en la investigación del caso Mercasevilla (o sea, gente de la onda pepera en un barullo sociata). Todo ello resulta coherente en un país donde el fraude fiscal y los negocios derivados del tráfico de influencias han sido durante lustros el principal motor de la economía aparente.

Todo cuadra: la ignorancia de los altos jefes del PP respecto de la obligación de tributar los pagos en especie, el apoyo explícito de un asesor de Comisiones Obreras al informe de los expertos que certificaron anticipadamente la defunción de la Seguridad Social, los arranques y repliegues del soberanista Mas, la masiva presencia de exministros y expresidentes en los consejos de administración de las eléctricas... Todo encaja, todo tiene sentido. La casualidad ha sido desbordada por la avaricia. ¡Y pensar que criticábamos a los divulgadores del marxismo por deterministas

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