martes, 11 de junio de 2013

Zaragoza, ciudad de... alicientes 20130611

Es lógico que muchas personas (entre las cuales me encuentro) consideren que el mejor aliciente para la ciudad de Zaragoza, ahora mismo, sería disponer de una administración eficiente capaz de mejorar los recursos municipales y ponerlos al servicio del vecindario (que para eso los paga). La capital aragonesa va bien servida en lo que a cacharros emblemáticos se refiere: un pabellón puente sin uso aparente, una torre hueca inservible, un telecabina aéreo que cría herrumbre tan ricamente, edificios recuperados con los que no se sabe qué hacer, un museo supuestamente moderno que parece comprado en alguna tienda de guggenheims a cien pesetas (aunque el nuestro costó un huevo y la yema del otro)... De todo esto no nos hace falta más. Pero equipamientos sociales en el Sur, buenas infraestructuras, escuelas infantiles, actividades culturales de calidad, planes de movilidad coherentes, zonas verdes cuidadas y otras maravillas de lo cotidiano siempre serán bienvenidas. Y lo más importante de todo: aprovechar el último reventón de la burbuja inmobiliaria para arrebatarles la planificación urbanística a los cárteles del suelo y el ladrillo y devolvérselo al Pleno municipal. ¡Menuda conquista!

Zaragoza dispone ya de alicientes que es necesario conservar. Es una urbe bastante habitable. Acaba de terminar su primera línea de tranvía, un éxito total. Poco a poco se va peatonalizando. Avanza lentamente en parámetros de sostenibilidad. Se asoma por fin al Ebro. Ha arreglado con aceptable gusto su Casco Antiguo. Si necesita algo no es crecer sino consolidar su trama urbana. A esta ciudad no le hacen falta más sacudidas. En los últimos cuarenta años se han conseguido grandes logros. Ni tantos ni tan buenos como hubiera sido exigible dado el dinero invertido, pero suficientes como para lavarle la cara a la vieja Cesaraugusta y darle brillo. Estos días las asociaciones de barrios han celebrado exposiciones recordado el cuarenta aniversario de su fundación. Les recomiendo visitarlas (por ejemplo la de San José, abierta todavía). Vean cómo era Zaragoza y cómo es. Ahí radica nuestro mayor aliciente. 

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