Aragón y España entera apuran el veranito en medio del más impresionante barullo habido en los últimos cuarenta años. La gente, en la playa, encarga su buena paella de marisco (aunque sea de marisco congelado) con la aprensión de que tal vez sea ese el último lujo que pueda permitirse en mucho tiempo. Y cada cual se hace su composición de lugar jugando con dos ideas, las dos teñidas de pesimismo: a) la culpa de todo la tiene Zapatero, b) ni con él ni con Rajoy tienen remedio nuestros males pues estamos sumidos en una crisis semiglobal y a las puertas de una recesión total. O sea, chungo.
En esta confusión todo cabe. Nuestro país va de cráneo tras el reventón de la burbuja financiera que, de rebote, ha dejado al descubierto las enormes limitaciones de nuestro tejido empresarial (en casi todos los sectores) y el carácter especulativo y rapaz del tinglado financiero. Como alternativa, parte de la ciudadanía se desliza hacia el delirio: la política se hunde en el descrédito, emerge la no-política (que suele ser política de inspiración fascistoide), la realidad objetiva es sustituida por la realidad percibida y el simplismo populista hace estragos. Estos fenómenos se ponen de manifiesto en lo transcendente cuando nos modifican la Constitución aprovechando la galvana veraniega, o en lo accesorio cuando la actualidad gira en torno a un tipo como Mourinho, capaz de sustituir su incapacidad a la hora de obtener resultados (títulos) por un permanente ejercicio de provocación infantil.
Algunas personas apuestan por una recuperación de la lógica institucional, de las esencias de la democracia socialmente pactada. Por ello advierten no sólo contra los tea party que proliferan por ahí, sino también contra la fascinación que puede producirnos la calle, con sus movimientos espontáneos y sus quincemayismos. Pero a mí, sinceramente, lo que más me preocupa de este monumental lío en el que nos han/hemos metido es la forma en que el Sistema está siendo reventado desde dentro. Los que más me asustan y confunden son los personajes que supuestamente representan el orden pactado. Les veo dispuestos a dejarnos sin paella el próximo verano.
J. L. Trasobares/El Periódico de Aragón/domingo 28.08.2011
En esta confusión todo cabe. Nuestro país va de cráneo tras el reventón de la burbuja financiera que, de rebote, ha dejado al descubierto las enormes limitaciones de nuestro tejido empresarial (en casi todos los sectores) y el carácter especulativo y rapaz del tinglado financiero. Como alternativa, parte de la ciudadanía se desliza hacia el delirio: la política se hunde en el descrédito, emerge la no-política (que suele ser política de inspiración fascistoide), la realidad objetiva es sustituida por la realidad percibida y el simplismo populista hace estragos. Estos fenómenos se ponen de manifiesto en lo transcendente cuando nos modifican la Constitución aprovechando la galvana veraniega, o en lo accesorio cuando la actualidad gira en torno a un tipo como Mourinho, capaz de sustituir su incapacidad a la hora de obtener resultados (títulos) por un permanente ejercicio de provocación infantil.
Algunas personas apuestan por una recuperación de la lógica institucional, de las esencias de la democracia socialmente pactada. Por ello advierten no sólo contra los tea party que proliferan por ahí, sino también contra la fascinación que puede producirnos la calle, con sus movimientos espontáneos y sus quincemayismos. Pero a mí, sinceramente, lo que más me preocupa de este monumental lío en el que nos han/hemos metido es la forma en que el Sistema está siendo reventado desde dentro. Los que más me asustan y confunden son los personajes que supuestamente representan el orden pactado. Les veo dispuestos a dejarnos sin paella el próximo verano.
J. L. Trasobares/El Periódico de Aragón/domingo 28.08.2011
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