El futuro se ha hecho presente y ya no queda más remedio que afrontarlo. La realidad escondida durante años tras el mundo virtual del triunfalismo se impone y ahora se revela la clarividencia de los avisos lanzados tiempo ha por las personas con criterio objetivo (los agoreros, pesimistas, negativos, antitodos y malasombras, ¿se acuerdan?). Nos han reventado en la cara cuatro lustros sucesivos de absurdas inversiones públicas, feroz especulación inmobiliaria, delirios, hipotecas a tutiplén, comuniones como bodas, bodas como fiestas mayores, cuentos chinos, ineficiencia, absentismo político y desmovilización social. Estamos bien jodidos. Y lo que te rondaré, morena.
Aragón arrastra tras de sí el lastre de unos gastos y fastos desmesurados y absurdos. La lógica impondría ahora mismo una reflexión sobre ese pasado inmediato y los problemas actuales. El catálogo de inversiones públicas sin sentido (en Aragón como en toda España) debería ser fijado con precisión, analizado y asumido antes de iniciar una reconversión mental colectiva. En nuestra Comunidad ese catálogo afecta a todos, desde la gran capital al último pueblo; desde los descomunales e inútiles edificios emblemáticos hasta los frontones construidos en localidades donde nadie juega a la pelota. Hay que pagar aquellos dislates (muchos de los cuales siguen funcionando hoy como pozos sin fondo en los que desaparecen los euros por decenas de millones). Y será difícil hacerlo no sólo porque ya no es posible sacarle mucha más pasta a una Administración central superasfixiada, sino porque además han sido reducidas al máximo las exigencias fiscales de naturaleza progresiva; sólo cotizan las clases medias, y la economía sumergida sigue estando a la orden del día e incluso gana terreno impulsada por la propia crisis. Por eso es imprescindible fijar prioridades y cerrar (bajo siete llaves, si quieren) el baúl de las quimeras.
¿Aterrizará en la realidad el nuevo Gobierno aragonés (y luego el nuevo Gobierno español)? No parece. Eso sí, nos vamos a comer los recortes (del Estado del Bienestar, se entiende) crudos y en frío. Despistados y asustados, somos carne de cañón. Se veía venir.
J. L. Trasobares/El Periódico de Aragón/domingo 21.08.2011
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