Ya está ciudadanos en su sitio. Creían los ingenuos que, de vuelta a casa, Rivera iba a sacarle a Rajoy
la presidencia del Congreso; pero don Mariano no regala nada, y menos
un cargo institucional relevante. De todas formas, a los naranjitos les
ha dado dos puestos en la Mesa de la Cámara Baja, donde en
circunstancias normales ni siquiera hubiesen estado presentes. No es mal
premio para un partido que se ha pasado los últimos meses renunciando a
los sillones. ¿Y qué fue de aquel acuerdo-boda con el PSOE, más solemne
e histórico que el matrimonio de Isabel y Fernando? Pues
nada, cosas del teatro. En aquel entremés todo fue mentira: el amor, las
intenciones... y el decorado. El famoso cuadro de Genovés que
puso fondo escénico al presunto pacto no representó nunca, como se dijo,
la reconciliación entre españoles, sino el abrazo con el que familiares
y camaradas recibían a los presos políticos liberados en el arranque de
la Transición.
Mientras, el propio PSOE padece una aguda crisis
de identidad. No saben sus dirigentes y cuadros si han de evolucionar a
la portuguesa, a la alemana o a la griega. Por eso, cuando escuchas al
madrileño Carmona o al manchego García Page (unos señores muy sensatos y muy de centro-derecha) no logras situarlos en el mismo partido que el catalán Iceta o el valenciano Puig (que son personas moderadas pero inequívocamente progresistas). Sánchez
los intenta representar a todos, y ello le deja desconectado táctica y
estratégicamente. Podía y debía (puede y debe) liderar un frente
anticonservador, lo que implica un entendimiento previo con Podemos e
IU. No es cosa fácil, por supuesto. Pero ni el grueso de los votantes
del PSOE entenderá que su partido facilite por activa o pasiva la
continuidad de Rajoy; ni, por cierto, la mayoría de quienes apoyaron a
Unidos Podemos aceptará de buen grado que Iglesias sabotee las
líneas de comunicación con los socialistas. Ahora, unos y otros
maniobran con sus respectivos candidatos a presidir el Congreso (López y Domenéch). Por lo menos ya no anda por medio Ciudadanos, liando el lío. Qué calor y qué cansancio, ¿verdad?
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