Lo de ayer fue fabuloso. Como en una espléndida conjunción astral, la
actualidad vio entrecruzarse acontecimientos, declaraciones y milongas
cuya aprehensión simultánea ilustraba mejor que cualquier análisis sobre
lo que hay. El hecho, por ejemplo, de que PP y PSOE se escandalizasen
al unísono ante la moción independentista del Parlament, mientras
ambos partidos se guardaban en la manga el pacto para dotar a
Convergencia de grupo propio en el Congreso, resultaba particularmente
gracioso. Por supuesto la susodicha moción era el precio que pagaban
Junts pel Sí por el posterior apoyo de la CUP cuando se celebre en
septiembre la moción de confianza del actual Govern. Lo cual deja no sé donde aquellos argumentarios peperos, según los cuales los chalaneos entre su partido y los nacionalistas de orden venían a recolocar a estos últimos en el ámbito de la política sensata. ¡Madre del amor hermoso!
Les aconsejo no cabrearse. Ríanse, que es mejor. El Rey pone cara de
afligido conforme va recibiendo a los portavoces de los grupos. El PP se
lo toma con la habitual calma y ninguno de sus portavoces es capaz
estos días de aclarar qué hace o quiere hacer el gran jefe. Rajoy
ni siquiera da explicaciones a los suyos. Secreto y caudillismo. El
procesamiento de la propia formación como consecuencia del borrado de
los ordenadores de Bárcenas ha sido acogido con una indiferencia absoluta. Un barullo judicial más... ¿Y qué?
Bruselas nos ha perdonado la multa y da dos años más para ajustar el
déficit. ¿Por qué? Porque a la Comisión Europea así le place. Como si
decide lo contrario. Los dioses son caprichosos. Queda implícito que
tanta generosidad y buen rollito son un acicate para que España acabe
siendo gobernada por quien corresponde.
Menuda broma. En medio de todo, Echenique
vuelve a ser famoso en España entera. Por una parida, sí. Pero como él
era especialista en denunciar tales minucias, resulta inaudito que no se
diera cuenta dónde se metía. O a lo mejor todo ha sido un chiste. Es lo
que tiene la comedia extrema... que acaba generalizando el descojone.
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