PP y PSOE movilizaron a sus votantes en todos los ámbitos, también en
los de naturaleza más urbana, donde el pinchazo de Unidos Podemos y el
estancamiento de Ciudadanos resulta significativo.
No falló. Aragón, el Ohio de España, funcionó como un promedio casi
perfecto del conjunto del Estado. Los resultados electorales
fotocopiaron los del 20-D, tanto en asignación de escaños en el
Congreso, como de asientos en el Senado. A su vez, la evolución de los
porcentajes de voto se ajustó a la media, con un PP al alza y un PSOE
que resistió al sorpasso y mostró algún signo de recuperación.
Moderado éxito de los partidos tradicionales, sobre todo del
conservador. Mientras, Unidos Podemos retrocedía de manera evidente con
respecto a la suma de los sufragios obtenidos en diciembre por Podemos y
Unidad Popular; a su vez, Ciudadanos todavía se mantuvo ligeramente por
encima de su propia marca en el conjunto del país, pero apuntó signos
de estancamiento, si no de flaqueza.
Así que el análisis de todo ello resulta obvio: el bipartidismo está cogiendo aire y las nuevas
formaciones empiezan a mostrar síntomas de fatiga, sobre todo Podemos y
sus segundas y aun terceras marcas. ¿Por qué sucede tal cosa? Pues por
las mismas razones que en otras comunidades. La causa es una suma de
factores que Aragón sintetiza con esa extraordinaria capacidad para
ceñirse al viento que sopla en la opinión pública española. Cabe
explicar algunas claves del 26-J pasando revista al reparto que llena
nuestra escena política e institucional. Pero más allá de los aspectos
específicos (diferenciales, dirán algunos), lo ocurrido aquí tiene
desencadenantes generales. Volvemos al promedio.
Buscando motivos
¿Le ha ido bien al PP porque llevaba en sus listas de Zaragoza,
Huesca y Teruel candidatos atractivos? ¿Ha resistido el PSOE porque su
programa tocaba bien las necesidades e intereses de los aragoneses? ¿Le
ha perjudicado a Podemos dejar a CHA fuera de su coalición con IU? ¿Está
frenado Ciudadanos porque sus representantes en las instituciones de la
comunidad no parecen capaces de coger algún protagonismo?... Seguro que
sí, que todo esto ha repercutido, aunque a veces sea imposible
explicarse el porqué. Pero es también seguro que la movilización del
voto del miedo (o de la precaución, si prefieren), el impacto del brexit,
la mayor o menor adhesión a los primeros candidatos de los respectivos
partidos (Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera)
han tenido mucho que ver.
Por la misma regla de tres que Mariano Rajoy, con un programa
improbable, cercado por los escándalos y refugiado en un argumentario
harto primitivo, ha logrado movilizar al electorado conservador, Eloy
Suárez ha recuperado más de cuatro puntos y medio en Zaragoza provincia y
casi cinco en la capital. En total, casi 28.000 papeletas. Y fue así no
tanto porque la gente de derechas volviese a la marca habitual tras
experimentar con Ciudadanos, cuyas pérdidas paralelas no fueron mucho
más allá de un punto porcentual, sino porque una parte de dicha gente,
que en diciembre se quedó en casa, esta vez hizo un esfuerzo, llegó
antes del Pirineo o de la Costa Dorada y se acercó a echar las
papeletas- por si acaso. Ninguno de ellos se creyó a Rajoy cuando vino a
decirnos sin demasiada convicción que su gobierno ha sido generoso con
Aragón (que no lo ha sido). Quiere decirse: ¿encandiló a los turolenses
el jefe del PP? Más probable es que su advertencias sobre lo que podría
pasarle a este país si llegaban a gobernar los populistas calase en una
provincia avejentada, ahorradora, conservadora y rural. Además, el PAR
todavía tiene alguna implantación allí. Consecuencia: seis puntos más
que el 20-D, 43,36% en la capital, 41,34% en la provincia. Pura España
profunda.
Situemos el foco sobre el PSOE. En Huesca, donde mejor: cuatro puntos
por encima de diciembre. ¿Por las habilidades políticas del presidente
de la diputación provincial, Miguel Gracia, y del
alcalde de la capital, Luis Felipe? Sin duda. Pero también porque el
Alto Aragón ha sido siempre un feudo socialista, y la memoria ha
funcionado a la hora de tirar de orgullo y afrontar el posible sorpasso.
Ambos factores han impulsado a los socialistas oscenses en mayor medida
que a sus compañeros de Zaragoza y Teruel. En conjunto, no obstante,
bastante bien. Qué es mérito suyo y qué demérito de la competencia por
la izquierda es una incógnita a la que les convendría asomarse con
interés y sin triunfalismos. El PP les ha desbordado y pone sobre la
mesa una tendencia peligrosa para el futuro.
Podemos, como en casi toda España, tropezó el 26-J con una realidad
que por inesperada (las encuestas decían otra cosa- hasta que llegó el
recuento). No funcionó la alianza con IU (se notó la caída allí donde
los de Alberto Garzón suelen tener cierta implantación electoral).
Candidaturas como la de Zaragoza, tocada, retocada y vuelta a tocar,
naufragaron, perdida ya la inercia de seis meses atrás. Pero es que
además Unidos Podemos (donde no estaba CHA, aunque quizás eso no fuese
tan significativo) sufrió de forma clamorosa la abstención de las
izquierdas, ese repliegue que se dejó notar por doquier.
Debate interno
Existe un debate interno en Podemos y sus partidos asociados que no
sabemos dónde acabará. La victoria tiene muchos padres, pero la derrota
es huérfana. En Aragón, las miradas se dirigieron inmediatamente hacia
Zaragoza capital, donde se había producido una caída de cinco puntos
sobre los resultados anteriores que ya no fueron para tirar cohetes.
¿Reflejaba la pérdida de popularidad de ZeC y el alcalde Pedro
Santisteve? ¿Acaso no había pasado lo mismo en Cádiz y otras capitales
gobernadas actualmente por ayuntamientos del cambio? Elemental.
Santisteve y su abigarrado equipo (donde por cierto también hay notables
dirigentes de IU y en particular del Partido Comunista) no está
resolviendo bien su complicada papeleta. No transmite, no comunica, no
está bien asesorado y más de un año después se le sigue notando (como al
resto de los suyos) que no domina las claves de una gestión municipal
condicionada para mal por la herencia recibida. Pero, ojo, que en Huesca
también hay que contabilizar una bajada de cuatro puntos. Y más aún en
Teruel, donde el podemismo está en la oposición, pese a lo cual ha
perdido más de cinco puntos.
Pablo Echenique tendrá que hacérselo mirar. Él tampoco domina la
política autonómica. No tiene un discurso potente. Carece de estrategia.
Está perdiendo los pulsos con Javier Lambán. Como Santisteve los
pierde, contra toda lógica, cuando se enfrenta a Carlos Pérez Anadón. En
Aragón, Podemos no ha sabido reconocer con precisión a sus votantes
actuales y potenciales (sigue condicionado por los estereotipos
alternativos). Pero- ¿no es eso, precisamente, lo que le sucede a la
formación morada en buena parte de España? ¿Por qué, si no, Iglesias es
el político que más rechazo genera?
Ciudadanos, finalmente, es en esta comunidad una formación fantasmal.
Sus cargos públicos no son conocidos- ni se dan a conocer. No sabemos
casi nada de su actividad en las instituciones. Más allá del referente
que supone un Rivera cada vez más socarrado por su sobreexposición o una
Inés Arrimadas, ¿dónde está el partido naranja en Zaragoza, Huesca o
Teruel? ¿Qué dice?, ¿qué hace? Es cierto que ha logrado aguantar el
tirón con pequ ñas correcciones a la baja pero sin derrumbarse. El
problema es que con un 16,20% del voto aragonés no se puede pasar de lo
testimonial: un diputado, y gracias.
Es decir, los resultados son un promedio por causas igualmente
promediadas. No existe otro milagro sociológico en el Ohio español.
Somos el reflejo de Celtiberia y reproducimos con exquisita fidelidad
sus taras, sus virtudes, sus filias y sus fobias. Coges este
desquiciante país de países, lo sumas todo, divides por sus partes y
sale Aragón.
JLT 03/07/2016
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