Se despertó Mariano Rajoy, se puso serio, preparó su intervención del
día después... y descubrió que sus flamantes 137 diputados y sus casi
ocho millones de votos no le concederán el poder de manera automática.
Tendrá que ganarse al PSOE y/o Ciudadanos para que le abran paso por
activa o pasiva, o bien hacer malabares con los nacionalistas
periféricos más razonables. Pero a la vista de lo que ayer declararon
Pedro Sánchez y Albert Rivera la cosa está muy complicada. Se sabe que
el PNV no se va a poner a tiro porque este otoño hay elecciones el País
Vasco. La investidura de un gobierno controlado por los conservadores no
está tan a huevo como creyeron en Génova la noche del domingo. Lunes de
resaca.
Las reacciones a los resultados electorales suelen depender mucho de
las expectativas de cada cual. El PP se daba con un canto en los dientes
si llegaba a 130 diputados, y siete más le supieron a triunfo
superlativo... aunque está a mucha distancia de la mayoría absoluta. El
PSOE temía el sorpasso, y haberlo evitado llenó a Sánchez de orgullo... a
pesar de que el partido sigue cayendo sin acabar de tocar suelo. Unidos
Podemos soñaba con ser la primera fuerza de la izquierda... y su
retroceso (mas de un millón de votos) dejó noqueados a los dirigentes de
la coalición. Ciudadanos confiaba en rentabilizar su buenismo
centrista... pero perdió casi cuatrocientos mil sufragios. si el 20-D PP
y PSOE perdieron las elecciones aunque ni Podemos ni C’s las ganaron,
ahora PSOE, Podemos y Ciudadanos cayeron derrotados, aunque el PP
tampoco remató su victoria.
La situación sigue siendo endiablada. Visualizar el cuadro de
combinaciones posibles para lograr una investidura (se supone que la de
Rajoy, pues se ha puesto muy por delante de todos) muestra la
complejidad de los acuerdos necesarios. Sánchez y Rivera no quieren
retratarse apoyando la elección de un presidente conservador. Ni por
activa ni por pasiva. Claro que el socialista tendrá que lidiar con el
Comité Federal de su partido, donde ya hay dirigentes (como el extremeño
Guillermo Fernández Vara) partidarios de abstenerse y dejar paso libre
al jefe del PP. Y puede que Ciudadanos se replantee más pronto que tarde
su rebeldía centrista.
Cada cual deberá definirse antes de agosto, porque esta vez Rajoy sí
irá a la investidura para forzar su elección en segunda votación (por
mayoría simple). ¿Será estable ese gobierno?
Entre tanto, sobre la actualidad política española se proyecta todo
lo que está sucediendo en la Unión Europea. El brexit, de cuyo impacto
en nuestras elecciones nadie duda ya, ha conmocionado a los británicos y
llenado de temor al resto del Viejo Continente. Después de ver lo que
le hicieron a Grecia, la evidencia de que hay resultantes económicos que
condicionan y de hecho modifican la voluntad de los ciudadanos es más
que evidente, clamorosa. La soberanía popular claudica ante los
imponderables extrademocráticos: los mercados financieros, las altas
burocracias de los organismos internacionales, el complejo
tecnológico...
¿Y qué será de Podemos, ahora que su marcha triunfal se ha frenado en
seco para transformarse en retroceso? ¿Y qué harán Izquierda Unida .y
el resto de los coaligados? Los alternativos corren el riesgo de
sumergirse en la algarabía que suele provocar el debate airado entre las
izquierdas. Juan Carlos Monedero tira con bala contra quienes, según
él, programaron en Unidos Podemos una campaña suave. Iglesias hace
cuentas y descubre que su compleja marca electoral se distribuye de
forma muy desigual por las distintas comunidades autónomas. En IU,
Alberto Garzón ha comprobado que muchos de sus votantes habituales han
preferido abstenerse antes que prestar su papeleta a una plataforma que
consideraban muy poco fundamentada en la ideología y el programa.
¿Fue el miedo a lo que pudiera pasar? ¿Fue el síndrome caníbal de las
izquierdas? ¿Fue el sentido común que predicaba Rajoy? ¿Fue la
influencia de los medios de comunicación tradicionales, que al final se
impusieron sobre las redes sociales?... Probablemente un poco de todo y
algo más: el hecho de que la sociedad española, como la de otros países
europeos, se ha fragmentado en función de las franjas de edad, el
hábitat, el nivel de formación o las referencias ideológicas y
culturales. Cada grupo, a su vez, se moviliza o desplaza su interés en
función de fenómenos igualmente complejos. ¿Como encajar, si no, el
hecho de que el partido animalista haya obtenido 284.848 votos, casi los
mismos que el PNV?
Sí, se da por sentado que Rajoy gobernará. Pero... ¿cómo, y durante cuánto tiempo?
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