Cada vez resulta más inquietante comprobar las obvias limitaciones de
quienes supuestamente tienen la responsabilidad de resolver la crisis
(o lo que sea esto). Bien es cierto que algunos de ellos no están ahí
precisamente para sacarnos del pozo sino para dejarnos en él por mucho
tiempo, pues esa es la clave del negocio.
La actualidad ha
convertido en axioma el hecho de que los políticos (en general) son una
pena. Muchos de ellos, ciertamente, están tan sobrepasados por su
responsabilidad (en el gobierno o la oposición) que su naufragio resulta
clamoroso. Ahí está el presidente Rajoy, cuyas contradicciones,
rectificaciones, ausencias, despistes y absurdos brillan cual faro en la
noche. O sus ministras y ministros, algunos de los cuales parecen
seleccionados en un concurso de nulidades. O mogollón de cargos públicos
de nivel medio-alto (sean del PP, del PSOE, de CiU o de otras
formaciones), cuya capacidad está muy por debajo de su responsabilidad.
Las principales instituciones aragonesas, por ejemplo, son un muestrario
de lo que digo.
La ineficacia ha sido tradicionalmente más
lesiva que la corrupción. Y cuando ambas nos torean al alimón la cosa ya
revienta. Porque además, el problema no se da sólo en el ámbito
político. En absoluto. Las grandes compañías, los bancos y cajas, las
mayores empresas también comparten esa maldita subordinación al
principio de Peter. De hecho sería imposible imaginar la coexistencia de
un sector privado altamente eficiente con un sector público de
manifiesta ineficacia. Más bien las virtudes o defectos de éste suelen
ser consecuencia de los de aquél. ¿No hemos visto a ciertos personajes
ir y venir de una orilla a la otra sembrando a su paso el desconcierto y
la ruina? ¿No llegó Rato de la política? ¿No vino Guindos de la banca? ¿Qué cabe esperar de unos y otros?
Buena parte de los ejecutivos remunerados con fijos de cientos de miles
y aun millones de euros, más bonus, fondos de pensiones y demás gabelas
(muy por encima de las de los políticos) van muy justitos o no llegan.
En este país se ha primado la mediocridad y penado el mérito.
JOSÉ LUIS Trasobares 01/04/2013
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