No sé si Rajoy es un gafe profesional, un mediocre que hace
virtud de su mediocridad o un astuto manipulador capaz de llevarnos en
un suspiro desde la crisis a la nueva realidad neocón, ultraliberal y
superborde. El caso es que ayer reapareció en las televisiones tras
largos días de espeso silencio, y negó que España esté desbordada por la
corrupción. Justo en ese momento la infanta Cristina era imputada por colaborar presuntamente en los negocios de su marido, El Empalmao. ¡Por qué no te callas!, podía haberle dicho al señor presidente el papá de la criatura, Su Majestad.
Pero don Mariano dijo algo mucho más importante: que la crisis se acaba
al año que viene. Gracioso, el tío. Hace apenas unas semanas, en el
Debate sobre el Estado de la Nación aseguró que en la segunda mitad de
2013 ya vendría la bonanza. También adelantó previsiones trucadas y
desmentidas luego tanto por la UE como por el Banco de España. Ahora
deja la cosa para el 2014. Es lo mismo que vienen diciendo los jefazos
de las empresas que cotizan en el Ibex 35, aunque, claro, para ellos la
crisis no es tal sino el desarrollo de una nueva era de las relaciones
socieconómicas. Paro estructural, bajísimos salarios, devaluación y
privatización de los servicios públicos e integración de las cajas de
ahorro en la banca convencional son ya hechos consumados. Las pensiones
caerán muy pronto. ¿Quién dijo crisis? ¡Esto es Hollywood!
Al año que viene, al año que viene, ¡al que vieeeneee! Zapatero
se aferró al sillón (en vez de convocar elecciones en cuanto le
estallaron las burbujas en la cara) pensando que bastaba con aguantar el
bajonazo a la espera de la inmediata remontada. Rajoy repite el pase,
sea porque está convencido de que ningún mal dura un siglo o porque la
situación le permite reventar el contrato social vigente y sustituirlo
por la maravillosa ley de la selva.
El fiscal ha recurrido la imputación de la Infanta ejerciendo de abogado defensor. El presidente del Gobierno no menciona a Bárcenas, el tesorero descarriado. Este año habrá 400.000 parados más. Pero al año que viene... ¡Ay, al año que viene!
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