Durante años, el contencioso por los bienes de la Franja nos ha
llevado de cráneo, nos ha hecho perder tiempo y dinero... y a cambio ha
llenado de felicidad a quienes gozan con cada enfrentamiento entre
Aragón y Cataluña. De hecho, creo que este último factor ha sido
decisivo y ha motivado uno de los más fenomenales equívocos de nuestra
historia reciente (por lo demás tan abundante en equívocos). Pero al fin
los obispos de Huesca y Barbastro-Monzón han puesto las cosas en su
sitio, y de paso le han pegado un buen tirón de orejas a la presidenta Rudi
(¡ver para creer!). Ahora no caben más melonadas: los bienes son de la
Iglesia Católica, solo de ella, y estarán donde la susodicha
organización quiera que estén. Este no es un problema que afecte a
presidentes, consejeros y diputados, sino a la gente de sotana. Y si hay
un culpable de que esas imágenes, retablos y maravillas se hallen en
Lérida y no en los museos aragoneses habrá que buscarlo en los
episcopados oscense y barbastrense, sobre todo en este último. Pongamos
el foco sobre Su Ilustrísima Alfonso Milián y dejémonos de tonterías. Él sabrá qué hace y qué no hace para poner las cosas en su sitio.
Naturalmente (como ya habían anticipado quienes conocen este tipo de
casuísticas), la Santa Madre no quiere ni oír hablar de ceder al
Gobierno de Aragón algún tipo de titularidad sobre los dichosos bienes.
Para negarse a ello (pues sentaría un precedente peligrosísimo para la
habitual avaricia clerical), los obispos aragoneses han aducido una
espesa colección de hipócritas y egoístas consideraciones, muestra de
hasta qué punto se aferran a los bienes materiales los presuntos
representantes de Cristo. Llegan a recordarle a la pobre Luisa
Fernanda que, en cualquier caso, no cabría cesión alguna "sin tasar y
enajenar debidamente" los objetos en cuestión. La pasta es la pasta,
hermanos.
La Iglesia llevó los bienes a Lérida. Que la Iglesia
los traiga (si quiere), pues suyos y requetesagrados son. Aquí, los
simples mortales bien haríamos en preocuparnos por cosas mucho más
importantes y que, por terrenales, nos tocan mucho más cerca.
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