La enseñanza española, entera y verdadera, planta cara al ministro Wert
y sus delegados regionales. Aferrada al informe Pisa, informe Pisa,
informe Pisa, la derecha promete no sé qué cosas, pero en realidad lo
que ansía es desmontar la red de centros públicos, arruinar la
universidad y volver a los viejos tiempos, cuando la educación superior
solo era accesible a los hijos de buena familia; los demás, a silbar a
la vía. Este programa se va cumpliendo con un rigor y una intensidad
brutales. El Gobierno Rajoy administra sin piedad la herencia
recibida. En dos años ha llevado la deuda pública hasta el 100% del PIB
(2012 se cerró con un déficit del 10,60%, incluyendo 3,70 puntos
correspondientes al rescate bancario). En los mismos dos años ha minado
sin piedad los servicios públicos, especialmente la enseñanza y la
sanidad. Y si la ciudadanía no detiene la actual espiral, el resultado
final será un desastre cuyas consecuencias apenas llegamos hoy a intuir.
La gente lucha (huelgas, manifestaciones, boicots) en estricta defensa
propia. Es cierto que las ideas neoconservadoras han logrado convencer a
no pocos muertos de hambre de que el ultraliberalismo y la destrucción
del Estado del Bienestar serán una cosa maravillosa. Otra mucha gente
está asustada y solo piensa en la forma de capear el temporal salvando
lo máximo que pueda del naufragio inminente. Pero las mayorías sociales
aún son capaces de percibir qué clase de futuro les espera. Y todavía
están dispuestas a plantar cara.
No parece haber otro camino. O
la movilización popular salva la enseñanza y la sanidad pública, o ambas
se perderán para siempre. Ya no cabe llamarse a engaño. Estos días se
ha confirmado que, mientras el Salud saqueaba al asalto mamógrafos y
ecógrafos del centro de especialidades Pablo Remacha (barrio San
José, Zaragoza), los pacientes afectados eran derivados a un centro de
radiodiagnóstico privado. Miserable y escandaloso. Eso sí, queda claro
que el consejero Oliván sabe portarse bien con la gente de su
cuerda. En este plan, al personal de a pie solo le queda defenderse... o
perder la partida.
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