He dejado pasar los días, escuchando o leyendo opiniones sobre la
sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en relación con la doctrina Parot. Lo cual me ha llevado a tres conclusiones que sin mayores pretensiones comparto con ustedes.
En primer lugar, es evidente que nada podrá consolar a las víctimas de
ETA. El deseo de compensar el daño sufrido devolviéndoselo multiplicado a
quienes lo causaron es comprensible. Pero esa visión carece de
horizonte lógico. Cualquier castigo siempre se quedará corto. Que Del Río esté unos años más en la cárcel o Bolinaga
muera en un hospital penitenciario no va a cambiar las cosas, porque el
daño que causaron estos y los demás criminales es irreparable. Las
víctimas tienen derecho a expresar su dolor y ser atendidas, como lo
están siendo. No pueden ser sin embargo un factor capaz de condicionar
la política antiterrorista y la política en general.
Por otra
parte, la citada sentencia ha provocado unas reacciones exageradas en
las filas conservadoras. Las gentes de orden han tomado la costumbre de
hacer bandera de las leyes y sentencias que les interesan y rechazar
frontalmente las que no les gustan. Confunden el Estado de Derecho con
el Estado de derechas. Y no es lo mismo, claro. El rechazo al
proceso de paz que zanjó la derrota de ETA (cientos de terroristas
apresados, cese de las actividades armadas de la banda, condena de la
violencia por la llamada izquierda abertzale) resulta demencial.
La farisea adhesión de estas gentes a la causa de las víctimas choca de
bruces con su desprecio por otras víctimas, por ejemplo las del
franquismo, cuyos sufrimientos siguen sin ser adecuadamente reconocidos.
Y en tercer lugar sería preciso, por el bien de todos, que en las filas
conservadoras se entienda, al menos de forma básica, la naturaleza de
la democracia. Una naturaleza que está en las normas y en la propia
sociedad, que no confunde justicia con venganza ni puede alterar a
capricho las reglas del juego. Nada consolará a las víctimas de ETA,
pero en todo caso sus verdugos no han quedado impunes. Con doctrina Parot o sin ella.
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