Ah, pero Grecia nada tiene que ver con España, se dice en los foros.
Bueno... según se mire. Ambos países, aunque difieren en dimensión y ya
no estaban a la par al inicio de la llamada crisis, sí se codean, por
ejemplo, en tasas de paro (25,8% allí/23,9% aquí), desempleo juvenil
(50,6%/53,5%) y riesgo de pobreza infantil (35,4%/33,8%). Los helenos
pechan con una prima de riesgo disparatada, una deuda muy superior en
términos porcentuales y un déficit público que casi dobla el nuestro.
Unos y otros estamos creciendo, se supone, alrededor del 1,6%.
¿Creciendo? Bueno... la simultánea deflación indica que la renta
familiar sigue bajando en los dos países, y lo que sube es la
desigualdad social. No somos hermanos gemelos; pero tenemos un evidente
aire de familia.
Rajoy se aferra a las diferencias. Lo
hace exhibiendo unos éxitos (los que supuestamente nos dejarían muy
lejos de la miseria griega) que sin duda llenan de satisfacción al Banco
Mundial, al FMI y a los burócratas de la UE. Representantes de estas
entidades (la famosa Troika) celebraron en el foro de Davos la recuperación española con enhorabuenas al ministro Guindos.
Lo malo es que gran parte de nuestra ciudadanía no ve ese éxito por
ninguna parte. Sigue sin trabajo y cuando le ofrecen uno... no es
estable ni al final se ciñe a lo contratado ni el salario permite salir
de la pobreza. El personal tiene muy claro que el bombardeo de datos positivos
(algunos manipulados con impresionante descaro) encubre una verdad
mucho menos halagüeña, que sin embargo se palpa día a día en las calles.
Rajoy carece de empatía. En su discurso del pasado domingo proclamó las ventajas del sistema en unos términos y con una actitud improcedentes. Las becas (¡eh, que lo de Errejón
no fue beca sino contrato por obra y servicio!), la educación en
general, la sanidad... los derechos más sagrados y elementales parecían
en su boca regalos que el pueblo habría de agradecerle con su
sometimiento y su voto. El lunes, en Tele 5, siguió en lo mismo.
Mientras, Susana Díaz convocaba elecciones en Andalucía. Antes de que Podemos se le suba a la parra.
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