Los repulidos llamamientos de los medios oficiosos y las hipócritas
declaraciones de los partidos invitan a la unidad y a no convertir la
cuestión del terrorismo yihadista en un arma arrojadiza durante la
inminente campaña electoral. Pero, claro, nadie quiere (ni en realidad
puede) eludir durante los mítines, declaraciones, debates y todas las
escenificaciones que están por llegar algo tan obvio. Además no dejará
de haber novedades al respecto, y el tema aún se puede poner más
caliente, polémico y encabronado.
De momento, cada quien y cada cual (en España y el resto del mundo) ya ha utilizado y utiliza políticamente la repercusión de los atentados de París y lo que luego ha venido. Desde el primer segundo, Hollande reaccionó a lo Bush
para cubrirse de posibles críticas a los fallos de seguridad que
facilitaron la acción de los yihadistas y sobre todo para impedir,
levantando una barrera de fácil y dramático populismo, la previsible
reacción populista de Sarkozy y de Le Pen.
De ahí todo lo demás: los despliegues policiales y militares (puro
espectáculo), las declaraciones de guerra y el ruido diplomático. El
resto de los mandatarios europeos, por el estilo. Unos han aprovechado
la situación para vender el brutal rechazo a los refugiados que llegan a sus fronteras, otros han querido tomar la iniciativa y mostrar su liderazgo. Merkel
mandará soldados a Mali. Esas tropas no hablan francés ni conocen el
terreno ni disponen de informadores. Su efectividad ha de ser
forzosamente limitada. Son un gesto político.
En España, el pacto antiyihadista cumple un objetivo similar: poner
en escena a los partidos firmantes y justificar cualquier cosa que deba
hacerse a continuación. Ni Rajoy ni Sánchez
quieren mover ficha antes del 20-D, no sea que se espante el
electorado. Luego, ya se verá. PP, PSOE y Ciudadanos se alinean, con
mayor o menor prudencia, en el belicismo más convencional. E incluso se
disputan el dudoso honor de ser los más dispuestos... a lo que sea.
Podemos e IU se van a quedar solos en el intento de razonar las
respuestas al desafío terrorista.
¿Electoralismo? Sí, por supuesto.